8/7/14

Párpados para los oídos

Esther subía cansada las escaleras del metro con deseo de llegar a casa lo antes posible. Normalmente, caminaba por el centro de la avenida las cinco manzanas que la separaban de su sofá, pero aquel día aprovechando el cansancio, el autobús en la parada y que su billete era integrado decidió ir motorizada para casa.
─No sé que se ha creído. Muy fuerte, tío ─y el tío guardó silencio.
Esther se había sentado delante de unos jovencillos que ocupaban los asientos con jovencillas posturas y mantenían una jovencísima conversación.
─Me dijo ─continuó ella─: tú no puedes hablar con ningún tío porque yo no hablo con ninguna tía.
El chico que la acompañaba seguía en silencio, sin añadir comentario o expresión alguna a las palabras que ella cargaba con excesiva emotividad con la intención de que llegaran al corazón del oyente.
─Yo le dije, “quiero fumar”. Y él me dijo, “pero si lo estás dejando, yo, para apoyarte, hago el esfuerzo y tampoco fumo”. Pero no sé que se piensa el tío porque cuando está con sus amigos, sí que fuma.
─¡Ostras! ­─soltó como único comentario el acompañante.
─Y eso no es amarme. Amarme sería dejar de fumar conmigo.
Esther, ojiplática absoluta se olvidó de su cansancio, no daba crédito a lo que estaba oyendo.
─Y yo me moría de ganas de fumar porque esta tope de nerviosa. Y va y me dice, “tengo que irme”. Claro, para irse con sus amigos. Y va el tío y me dice que ya me ha dedicado toda la tarde.
Esther pensó: “Ese verbo dedicar es un buen saetazo en medio del feminismo. Porque sé que son adolescentes y aún tienen que aprender a recolocar sus pasiones, porque todo esto me está sonando a maltrato. ¿Por qué tengo que estar escuchando esto?”. Se levantó del asiento y se dispuso a salir del autobús. Había llegado a su parada. Aún tuvo tiempo de oír:
─Y le acompañé al metro, que había quedado con un amigo y le dije al amigo, “vigílamelo”. Qué luego se van de fiesta y lo mismo pilla cacho.
─¡Qué fuerte! ─añadió el compañero de viaje.
Esther se giró y, ya desde la calle, le dijo a la chica:
─Corta con él, está visto que no es el “tío” de tu vida ─y añadió dirigiéndose a su acompañante─, y tú necesitas urgentemente leer “Amistad para dummies”.  ¡Hasta otra! Mi sofá me espera más que nunca.

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