Me encanta que corroboren mis pensamientos, me hace sentir
importante en un mundo en el que pensar está mal visto. He hablado más de una vez
del miedo que hay a mi alrededor a quedarse solo con uno mismo. Miedo terrible
que tienen los jóvenes de ahora que huyen tras tablets, móviles, ipods, y
demases macanimos. Los pensamientos de uno mismo son unos grandes enemigos si
no hemos crecido aprendiendo a vivir con ellos.
Leo en La Vanguardia del 7 de julio un artículo de Joana
Bonet titulado: “Ni yo, ni mí, ni conmigo”. Habla de un experimento que
demuestra que “todo, antes que pasar un tiempo solo con mis pensamientos”. “Pensar
incomoda”, afirma. Y esta máxima es la que coincide con mi idea. La inactividad, de la que actualmente se huye
para no estar con uno mismo, ha pasado a ser un valor negativo. Al contenedor
con la meditación, la recapacitación y la voz interior.
En el artículo se hace una asociación que me ha encantado: “intimidad”
como sinónimo de “pantalla”. Ahora los
chavales tienen la inmediatez de la comunicación, cosa que hace que la mayoría
de comunicaciones no sean reflexivas debido a la velocidad. El investigador, un
tal Wilson, habla de conceptos como “absentismo mental” (concepto que le voy a
coger prestado porque encuentro absolutamente gráfico para describir algunas
situaciones) . El artículo concluye diciendo que “nuestra sociedad
hiperestimulada rehúye rabiosamente la reflexión”.
Me encanta ver que mis pensamientos y sus conclusiones no
van desencaminados. He escrito más de un texto que habla del tema. El último
creo que se llama “Mis fantasmas”. También he dibujado sobre ello.
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