Qué tristeza pensar que el intelecto, de inspiración divina,
con el tiempo deba desvanecérseme. Tristeza e incertidumbre; emergí en este
mundo como una ambivalente personita y acabaré involucrándome con lo subterráneo
de la soledad y de los recuerdos desordenados.
El concepto de persona que tengo relaciona de forma
indisociable corazón y mente. ¿Subsiste el corazón cuando la mente funciona
improductivamente? Creo que prefiero la no aproximación con mayor voluntad de
detalle sobre el tema. Me pone nerviosa. Me gusta controlar mi derredor,
reconstruir de manera rigurosa mi realidad, a pesar de la densidad de capas que
la caracteriza y pensar en no poder pensar con claridad me inquieta, me
sugestiona y me influye de manera inconmensurable.
Quiero prolongar mi etapa de lucidez, si es que alguna vez
la he tenido, relegar sombras y gritos y si no pudiera retrasarlos todo lo
posible, quiero elevar el pensamiento por encima de los sentidos y la intuición
por encima de la observación, quiero vivir todo el tiempo que pueda con una
fusión íntima entre mi ser y yo. Abarcar toda mi profundidad pisando mi
interior con pasos seguros, para poder evitar cualquier eco alegórico de esa
retórica invencible que es el remordimiento.
El tiempo pasa y mi mente envejece, ¿qué será de mí cuando
mi pensamiento deje de prevalecer? ¿Cuál será, entonces mi evidencia? Y si ese
momento está cerca, ¿sabré aceptarlo?
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