19/12/16

Domingo

Hoy, es de aquellos días buenos que añoro cada día malo que tengo. Sin motivo alguno me he levantado feliz. ¿Será que empiezo a aparecer de nuevo? No sé. Había programado irme fuera a ver una feria de gallos que hay en un pueblo de por ahí, pero el tiempo no acompaña y me he quedado en casa. He encendido, yo que no soy de encender, todas las velas que he podido; al menos que me acompañe el fuego. Me he puesto la radio. Me gusta. Me recuerda a mi madre. Ella siempre la escuchaba. También me recuerda cuando iba de excursión, tranquila, feliz, en el coche, escuchándola interesada porque trata muchos temas que desconozco y me interesan.

He puesto las añoranzas en la lavadora. He utilizado jabón líquido y mucho suavizante, para que, una vez secas, sea más fácil vestirlas. Un programa largo a alta temperatura, que se suelten todas las distorsiones que el tiempo va adosando.

Y ahora me siento a escribir. Y por la radio dicen que hace 75 años que se inventó el bolígrafo. Y han explicado la historia. Se ve que su inventor se inspiró en unos niños que jugaban con unas canicas y cuando salían de un charco dejaban un pequeño reguerito. De ahí la bolita de la punta del bolígrafo.  Yo soy una sibarita de los bolígrafos. Según en qué momentos me apetece escribir con unos o con otros. Realmente mis preferidos son los Bic. Pero hubo una época que utilizaba los Corbina. Cuando era joven, en primero de E.G.B. (yo fui a E.G.B.) mi madre me compró por primera vez un boli para el cole. Bueno, cuatro: verde, azul, negro y rojo. No sé cómo describirlos. No eran tubulares, eran prismáticos y más estrechos en la punta, de color amarillo tirando a ambar. No tenían “capuchón”, si no que se tenía que clicar un botón arriba de todo para que saliera la punta. Llevaban la pestañita metálica para poderlos llevar fijados en un bolsillo o en cualquier solapa. Los colores se diferenciaban porque arriba tenían una franja del color con el que escribían. No sé si quién lea esto se podría hacer una idea de cómo eran. Por si acaso:



Ayer me regalaron unas fotos mías de hace tiempo. Sola en casa, abrí el sobre y me las miré. Serán de hace cinco o seis años. Se me encogió el corazón. Supongo que tomar consciencia del paso del tiempo afecta. En todas estoy sonriendo. ¿Sonreía siempre? No sé. Lo único que sé es que ahora no lo acostumbro a hacer. El otro día me dijeron que yo era una persona seria. ¿Yo? ¿En qué me estoy convirtiendo? Sí, me reafirmaron, siempre se te ve pasar con esa seriedad.

Por la noche, antes de dormir, pensaba en esto. No quiero ser seria. Nunca lo he sido. Si precisamente a todo le saco puntilla y cualquier cosa negativa que me ocurre, siempre acabo convirtiéndola en un chiste. No quiero ser taciturna. No. No. Y no.

Huy, sale el sol. Me voy a dar una vuelta. Debo velar por mi vitamina D.

2 comentarios:

Karol dijo...

Curiosa la invención del bolígrafo. Si algo he coleccionado en mi vida han sido bolígrafos (y plumas), siempre me han atraído, desde pequeñita, que siempre se los robaba de la camisa a mi tío, jeje.

A sonreír!!

dintel dijo...

Creo que hoy tengo un tirón en un tendón de la mejilla, supongo que de tanto sonreír. Mejor, descanso un poco en la seriedad.