12/12/16

Mejor no pensar

Hoy tengo un día reflexivo. He vuelto de nuevo al trabajo, a los horarios, a las obligaciones, a llegar a casa cansada sin ganas de hacer nada y a buscar el silencio por los rincones porque me paso los días con la falta de él.

Ahora, derrengada en un asiento de tren, pienso en mi vida, convertida en una rutina: levantarme a las seis, salir a trabajar y volver a casa doce horas más tarde. Arrastrarme por el sofá; cenar con dos mordiscos y a las diez y media, en la cama, intentando dormir. Así un día, y otro y otro. Siento que el tiempo se me escapa entre los dedos.

Antes no era así, ni mucho menos. Mi vida era alegre, llena de gente y actividades. Podía ver la luz del sol y sentirla. Largo suspiro, me compadezco de mí. Hay días en que ni miro a través de las ventanas y al salir del trabajo descubro el sol, el calor, la suave brisa, los árboles. Y añoro. Añoro el tiempo pasado, que para mí sí que fue mejor.

Veo personas que salen a pasear, que se paran a tomar algo, a hablar unas con otras… yo no; vida rutinaria que me estrangula y me aprieta cada día un poco más.

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