¡Ay, esta vida guasona que prefiere guiñarme el ojo antes
que sonreírme! Me ha gastado una jocosa inocentada sin darme cuenta, directa a
la yugular de mi alma inerte. Era ya tarde, de noche, casi medianoche, cuando
me di cuenta. Llevaba todo el día arrastrándome por casa de una habitación a
otra, sin haberme sacado el pijama de tristeza con el que amanezco cada mañana
en la soledad de la cama. De la habitación, al lavabo. Del lavabo, a la cocina.
De la cocina al salón. Del salón, al despacho. Y del despacho, vuelta a
empezar.
En cada espacio intentaba concentrarme en algo para poder
dejar de sentir. Al principio no lo he conseguido; de una habitación iba a
otra, parecía un electrón siguiendo su órbita. De pronto, por capricho del
subconsciente, se me ha cruzado un pensamiento: “vive”. Como si más que un
pensamiento fuera una orden, ha empezado a cambiar el color de todo, que iba
adquiriendo un tono mucho más brillante. Mi mirada iba percibiendo los objetos
que antes pasaba por alto por la forzada introspección de la tristeza. En la
habitación he visto las zapatillas Garzón que me regaló mi hermano y he
sonreído. En el lavabo, el jabón de leche de burra que compré con unas amigas
en una excursión y he notado que me sentía bien. En la cocina, he comido algunas
almendras tostadas que una compañera de trabajo me regaló y he revivido el
recuerdo de anécdotas laborales que te hacen más llevadero el día. En el salón
he observado esa hermosa planta “mariposa” que, por sorpresa, me regaló un día
la dueña de un bar porque me gustaba mucho y me he dejado imbuir por la
tranquilidad que emanan sus pétalos. En el despacho he visto unas libretas que
una antigua ex me regaló, y de alguna manera me he sentido querida. Y por fin,
llena de recuerdos me he estirado en el sofá dejando que me poseyeran y me
transportaran a emociones ya vividas. Así he pasado el día.
Era ya tarde, por la noche, casi medianoche que me he ido a
dormir. Al cerrar los la luz y los ojos para incitar al sueño he sentido una
inmensa inquietud, estaba viendo mi realidad. Mi vida estaba llena de objetos
de personas queridas pero llena de
soledad. He aquí la jugarreta de la vida: había pasado el día entero, feliz, acompañada de recuerdos, pero tan sola como
siempre.
He aprendido:
a) No solo de recuerdos vive el hombre.
b) Que
la luz de los recuerdos no deslumbre tu soledad.
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