Sonreír activa las neuronas espejo de los demás y estos sonríen
al cruzarse contigo. Estoy convencida que unos segundos después siguen pensando
en mi sonrisa y el porqué de ella. Hoy, poca gente sonríe por el mundo.
El día que salí del infierno, después de tanta amargura e
inseguridad, al dar el primer paso y notar suelo firme me atreví a dar el
segundo. Permanecí expectante. No pasó nada y entonces sonreí. De esto hace más
de un mes; sigo sonriendo. Incluso en casa, bajo ese nuevo manto de soledad,
sonrío.
No fuerzo la sonrisa. Sonrío porque es lo que me sale. La
alegría y la paz que siento han convertido mi acostumbrado y arisco mohín de
vida en una apacible paz interior que se asoma en forma de sonrisa.
A esta sonrisa la acompaña una despreocupación que me
confiere una sensación de libertad absoluta. Tanto tiempo temiendo las
consecuencias de mis palabras, de mis actos. Tanto tiempo justificando perogrulladas
de mi vida, ¿cómo no voy a sonreír? Decidme, ¿cómo no voy a sonreír?
No hay comentarios:
Publicar un comentario