Me he pasado la noche entera dormitando porque unos vecinos
porque unos vecinos se han pasado la suya poniendo música y haciendo gala de
sus hercios. Son los mismos que el domingo celebraron una y otra vez un
cumpleañosfeliz y cantaron la cancioncilla al unísono, seis veces en tres
horas. Deduje que era el cumpleaños de un niño pequeño porque le debieron
regalar una moto o bicicleta sin pedales y el resto del día se lo pasó rodando
por todo el pasillo hasta chocar con la pared, claro símbolo de que debía
cambiar de dirección; pasillo, arriba, pared, abajo. Quedó claro que la gente
se olvida de que no vive en medio de una montaña o en un desierto.
Ahora, seis treinta y cuatro de la mañana, en un tren camino
del trabajo, me encuentro que en el asiento de delante del asiento de mi lado,
viaja una chica con un manojo de apuntes. Los va subrayando. Una de sus
rodillas le hace de pupitre y para conseguir la inclinación adecuada apoya la
bamba en el asiento de delante. Por la forma del texto, apretado y con letra
pequeña, y un título que empieza como algo así como “Drogas de ocio…”, puedo
deducir que sus estudios son universitarios. ¿Entrada ya en estudios
superiores, no ha descubierto que no se pone el pie encima de los asientos?
Me estoy mordiendo la lengua para no decirle algo. Y en
estas me hallo cuando hago un alejamiento de mí y me veo que estoy viviendo la
escena cual abuela que le molesta todo y se queja de más. ¿Estoy envejeciendo y
me he vuelto quisquillosa? Pero… ¡por favor! Si siempre me han molestado todas
estas cosas. ¡Huy, preveo un día muy largo, dormitando despierta la
susceptibilidad!
2 comentarios:
Mi odio hacia la humanidad se acrecenta en el transporte público
Nosu, elemental.
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