18/10/19

Cosas que pueden pasar a cualquiera


Mientras me he duchado he tenido una ensoñación: no era mi cuerpo el que enjabonaba, sino el tuyo. Sentía como te ibas excitando a medida que pasaba la esponja por mi espalda, mis axilas y mis pechos. ¿O debiera decir tu espalda, tus axilas y tus pechos? Perpleja por no sentir mi cuerpo y sentir el tuyo, he cerrado el agua y he salido de la ducha abrigándome con la toalla, ¿o abrigándote? Me he sentado en el taburete y he estado por un momento analizando todas las partes de mi cuerpo, que era el tuyo. Tres respiraciones para intentar neutralizar el estado de ansiedad en el que empezaba a encontrarme. ¿O eras tú la que sentía ansiosa? Tenía que hacer algo, no podía seguir así. Supongo que tú tampoco. Debía sacar a relucir esas cualidades prácticas de las que siempre me he sentido orgullosa. A ver dónde hallaba ese principio disolutivo que necesitábamos, porque lo que tenía claro es que no iba a estar el resto de mi vida yuxtapuesta a ti.

Pensando un poco, he caído en la cuenta que sentía tu cuerpo, pero el mío no. ¿Dónde había ido a parar mi consciencia corporal? Resultaba de una dureza incomprensible ser incorpórea y sentirte a ti, que no soy yo. Al final, al borde de un ataque de pánico, me he vestido rápidamente, o lo has hecho tú y me he dirigido a visitar a mi terapeuta, que, viendo mi cara de espanto y ansiedad, me ha recibido inmediatamente. Qué curioso ha sido estar hablando allí conmigo.

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