No hay cosa que me turbe más que encomendar mi vida al azar.
Llega a tanto el control que tengo sobre mí, que cuando descontrolo no me
encuentro, un espacio abismal me separa de mí misma y sucumbo en mis propios reversos.
Supongo que prefiero potenciar lo que soy que lo que no
tengo. Un verdadero trasiego, a veces, cuando el azar juega en mi contra.
Pocas veces el azar me favorece; se regocija en las
asimetrías de mi deseo, percibe esa pequeña fluctuación emocional que sufro
ante el descontrol y domina los efluvios que emanan de mi temperamento. No
soporto que se me adelante, que me sorprenda y que con risa sardónica me muestre
lo inacabada que soy.
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