Qué difícil dormir cuando las emociones son tantas. No
entiendo cómo ha podido pasar. Me había hecho a la idea de morir con soledad y
parece que mi suerte ha cambiado.
¿Será verdad que no me había llegado el momento del amor? Mi
último amor me pareció el definitivo, estaba absolutamente enamorada de ella.
Pero ella misma me enseñó que se puede pasar página y por fin, he hecho yo
también lo he hecho. Así que ese antiguo amor, ha desaparecido o lo he
deglutido, a fuerza de entender que todo pasa y todo queda.
En esta incipiente relación, me encuentro excesivamente
contenida (mucho daño me hizo la anterior), pero veo, con una claridad
insospechada que voy por buen camino. Mi satisfacción desborda los límites de
mi piel.
Siento, no obstante, que el amor que empiezo a sentir lo
entrego con menos merecimiento que el anterior. Esto me hace tener un punto
negro en mi interior, como si la desconfianza buscara un lugar apropiado para asentarse.
No me gustaría, no, porque ello querría decir que no tengo mi último desamor
superado. Aunque después de que los síntomas de la ruptura se fueran atenuando,
llegó un día en el que sentí que habían desaparecido por completo.
Corro con premura a sacudir la cabeza y después todo el
cuerpo para que desaparezcan las cenizas del pasado. Quiero empezar limpia esta
anhelada relación. Y como si fuera Afrodita, quiero gritar: “DUDAS FUERA”,
¡ay!, no, que eran las tetas… (pues, también) ADELANTE.
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