La terapeuta quiere saber cómo voy con el tema de la superación
de la ruptura. Le hablo y quiere que le hable más. Es la primera vez que me
pregunta directamente por mi pareja. Siempre ha dicho que para hacer terapia no
necesita saber nada de ella. Que trabajaremos sobre mí. Y eso es lo que
llevamos haciendo estos últimos meses. Hasta hoy que ha mostrado un extraño
interés sobre el tema.
Le he contado que a veces tengo la sensación que me estoy
engañando porque me siento bien, vivo feliz, hago un montón de cosas y casi no
pienso en ella. Y de repente, las dos últimas semanas no me la saco de la
cabeza. Deseo saber de ella, cómo le va la vida, si me añora tanto como yo, si
las cosas que hace le llenan poco y siempre va acompañada de un vacío.
Mi terapeuta me pregunta si eso me produce malestar o
angustia. Le contesto que no, que pienso en mi ex sin dolor alguno, que no
siento nada. Ella me dice que es imposible y me empieza a concatenar unas
conclusiones que se saca de la manga pero dan absolutamente en el clavo y acabo
dándole la razón. Sí que siento, dice ella, “rabia”.
Sí, no me queda otra que admitir que tengo rabia, pero hacia
un hecho en concreto. Al pensar en ella, tengo una parte del cerebro ocupada
sintiendo su ausencia, su silencio, nuestro amor y desamor y eso me hace estar
rabiosa; porque haga lo que haga, no estoy al cien por cien conmigo misma. Y
para hacérselo entender le hice la analogía de que era parecido a tener el síndrome
del miembro fantasma. Ella me comprendió enseguida y me dijo:
—Lo mismo vuestro amor no es de esta dimensión y tienes que
aprender a aceptarlo y aprender a vivir con ello. Para poder encontrar otro
amor, aquí, ahora y en esta dimensión.
Volviendo a casa, mientras conducía pensaba:
—Bastante tengo con regir mi vida amorosa en una dimensión
para que ahora tenga que ocuparme de una segunda. Miedo me da esta vida
cuántica a la que me están empujando.
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