3/2/12

¿Y esto puede tener título?


Tenía la rabia subida a la cabeza y golpeó al niño derribándolo. Justo en el momento en que el puño tocaba la tierna carita notó que algo se multiplicaba. Miró a su alrededor, todo en la habitación quería ser asesinado. Las sombras de los objetos se arrojaban al suelo sobre el cuerpo caído para intentar protegerlo. Al verlo, le lanzó una patada con el tacón. El niño convirtió el llanto en gritos. La luz se había protegido en el rincón opuesto de la habitación, tratando de pasar inadvertida. Los berridos se le clavaban en el cerebro; una nueva patada, calló de una vez por todas al chaval.  Coágulos de ira se arremolinaban en sus puños. La presión de tenerlos cerrados veteaba su piel y sentía su propio nombre como una gran fatiga. Vivía desde hace tiempo en ese callejón que es la furia. Miró de nuevo la habitación; todo estaba inerte. Los objetos le miraban con temor e intentaban refugiarse en la cotidianidad y en el olvido. Él sentía la guerra perfectamente en su interior, no simplemente una guerra, si no su guerra. Qué poco le había durado el niño. Se despojó de la razón, alzó el puño y comenzó el ataque; no debía quedar ser alguno, ni animado ni inanimado, con vida.

4 comentarios:

farala dijo...

qué horror!!

¿testosterona??

Blau dijo...

que fort! Dintel, que fort!

Victoria dijo...

Dificil titulo... El huesped?

Pena Mexicana dijo...

Es tan horroroso que me alegro que sea ficción. Nunca he sentido algo así contra un niño pero si puedo reconocer la ira y creo que está muy bien descrita, en ese sentido, me gusta :)

besos