11/1/18

¿Y qué?

No suelo escribir escuchando música, pero hoy lo necesito. Es tal la añoranza, que es de aquellos días en los que debo destrozarme para sentirme viva. Y qué mejor manera de hacerlo que escuchando canciones que te arañan el corazón. Así que, aquí estoy. No son canciones que escucháramos nosotras ni que formen parte de nuestra historia. No, a esas no puedo ni acercarme, aun. Me pongo en modo adolescente y, ¡venga!, una y otra vez la misma canción, sin llegar a acabar de escucharla, a la que aparece el punto final de la letra, arrastro el cursor hasta el principio para que vuelva a sonar. Y luego la otra canción. Cada diez veces, más o menos, paso de una a otra. Antes de ayer no las conocía. Me habló de ellas un amigo. Son canciones de su propia historia. Así que, a la que llegué a casa, las escuché, en el móvil, desde la cama. Y creo que esa empezó a ser mi perdición. Con los ojos cerrados, la volví a sentirla de nuevo cerca. La imaginé, noté de nuevo mi cuerpo temblar como cuando me besaba. Y me dormí deseando soñar con ella, un sueño erótico como en tantos momentos sexuales habíamos vivido.

Esta mañana, no me acordaba de nada. Me he levantado feliz y me he ido a trabajar. Durante el día me ha estado picando un poco el omoplato derecho, con ese picor típico de cuando se te reseca la piel. Ha sido un poco incómodo porque no me llego (sí, cosas de la edad). Ha habido un momento de desesperación en el que he hecho operación oso y me he rascado con el marco de la puerta.
Así que cuando he llegado a casa me he sacado la ropa, el sujetador y me he untado la mano izquierda con crema. Pero a pesar de todos los esfuerzos y de hacerme un montón de daño en el codo, en los dedos, a pesar de que ha habido un momento que parecía que estaba bailando merengue conmigo misma, he sido incapaz de ponerme la crema en donde me picaba. No llego. Y, en este momento, me he dado cuenta que no tengo a nadie para que me la ponga y que hace mucho tiempo que nadie me toca; me ha cogido una tristeza tremenda pensar que lo mismo ya nadie me volvería a tocar nunca más.

Lo demás lo podéis deducir, de aquí me he ido directamente al ordenador, a desgarrarme una y otra vez. Ya no me pica nada o me pica todo, ¡qué más da!


No hay comentarios: