No tengo ni idea de lo que siento; ni propósitos ni ganas de
nada. Y ahora os estaréis diciendo: “Dintel ha empezado el año depresiva”. Pues
nada más alejado de la realidad. Dintel es la niña más feliz del mundo,
incompleta, pero feliz. Ya fui completa una vez a fuerza arrastrar mi infelicidad
por los rincones. Y eso sí que no se puede permitir. Vamos, creo que estaréis
de acuerdo conmigo. Pero qué completa me sentía; dos medias naranjas que hacían
un todo. ¿Qué más se puede esperar? Pues sí, hay más: ser una misma.
Y mirad qué bien estoy ahora, soy una misma. Me estoy
descubriendo aspectos desconocidos. Para empezar, ¿hasta cuanto soy capaz de
soportar la soledad? Hace un tiempo pensé que había llegado hasta el límite. Se
me caían las paredes de casa y era incapaz de ver más allá de mi propia
compasión. Pero, aprendí a reinventarme y aquí estoy de nuevo, feliz y llena de
vida, pero sin propósitos ni ganas de hacer nada, y lo que es peor, sin saber
qué siento.
Hace un rato, cuando era el mediodía solar, he salido a
andar y a sentarme lagartamente bajo el sol, a ver si saco mi vitamina D del
estado crítico en el que se halla. Me acomodado en una escalera, en un parque,
delante del estanque, esperando que el reflejo del sol en el agua también
ayudara a mis huesos. Un grupo de jóvenes se ha sentado dos escalones más
arriba. Iban mal dormidos y resacosos. Por su conversación, estaban haciendo
tiempo para coger el tren de las cuatro y se habían pasado la noche de juerga. Yo
estaba con los ojos cerrados sintiendo el sol en la cara y en las muñecas y escuchándolos.
Me sentía feliz. Absolutamente sola y alejada del mundo, pero feliz. Igual que
ahora, que os estoy contando esto y mis dedos, ansiosos por teclear me
despiertan recuerdos de otros tiempos en los que escribir llenaba mi vida.
Es curioso como avanzamos sin avanzar, cambiamos y hacemos otras
cosas y abandonamos las que un día eran esenciales en nuestra vida, para
llenarlas con otras que también convertimos en esenciales. Si solo hay una
vida, ¿en qué la estoy gastando?
Hace un par me cambié el cepillo de dientes. Como soy muy
enérgica cepillándome los dientes, la dentista me aconseja que me cambie el
cepillo cada tres meses. No tengo ni idea de cada cuanto se lo cambia la gente.
El motivo es que así, está gastado y evito herirme las encías con él (algún día
deberé decirle que nunca me he herido las encías). El caso es que desde ayer,
(buenas fechas) estoy haciendo tres días de détox tomando zumos y batidos
verdes (tengo la nevera como una huerta murciana). Me lo estoy pasando genial
con ello. Me encanta descubrir el sabor qué tendrá el zumo o el batido. Además
de descubrir nuevos alimentos como la raíz de cúrcuma, o las semillas de
cáñamo. A lo que iba, no os podéis imaginar lo divertida que estoy de haber
descubierto que mi cepillo de dientes nuevo tiene las cerdas teñidas de un
verde fosforito a causa de la clorofila de tanto zumo. No es irónico. Me hace
una gracia tremenda ver el cepillo verde fosfi como resultado détox. Y lo veo
con asiduidad ya que tanto zumo me hace visitar el cuarto de baño frecuentemente.
¿Por qué he explicado esto? Ni idea, pero era sobre lo que
me apetecía escribir. Puede que deba catalogarme como feliz, incompleta y
surrealista.
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