9/1/18

La quietud de los huesos

Este fin de semana estuve encerrada en casa. Sola, sin ver a nadie. El sábado vagueando y el domingo trabajando como una loca. Todo lo que no había hecho en un mes me lo he intenté sacar de encima. Así, que entre sofá, una mesa, otra, la de la cocina para comer, y de vuelta al sofá cinco minutos, y más mesa, y más despacho, y ahora en la mesa del comedor, todo empantanado con libros y papeles, pinturas y rotuladores, escrituras y lecturas. Bajar la basura y vuelta a trabajar, a escribir, reescribir, crear y recrear, concluir. El caso es que ni anduve, el tiempo no ha acompañado nada, ni hice ejercicio, la voluntad ha acompañado menos, ni me moví demasiado, así que me he preparado un festival de plancha musical para desentumecer lo, de por edad, ya no desentumecible. Tengo las entretelas vagas y a pesar de notar una energía inimaginablemente minúscula voy a ver si evito una travesía por la estupefacción al ver que de nada me sirve y me lanzo a desarrollar una alocada energía balsámica. No sé si servirá mucho a mi body, pero mi ropa seguro que lo agradece.

2 comentarios:

Juli Gan dijo...

Pues yo me he cansado solo de leerte. Jajaja. Gimnasia mental has hecho un rato si has leído, escrito, reescrito, creado y recreado. No me lo negarás. Lo otro, pues, bueno, un ratico para dar una vuelta, pasito a pasito, suave, suavecito...¡Grrrr! ¡Maldita canción del verano!

dintel dijo...

Juli Gan, lo he releído ahora y he quedado tan agotada como tú. Por cierto, ayer a esa hora que escribías este comentarios estaba escuchando esta canción, no por gusto, pero sin disgusto. Un saludo.