Me tendríais que ver ahora: buscando como una desesperada en
varias de las libretas que tengo empezadas, el escrito sobre este libro, que
estoy convencida haber hecho durante dos de mis viajes en tren. En el primero,
no tuve tiempo de acabarlo. Días más tarde, recuerdo haberlo retomado para concluirlo.
Pues bien, no lo encuentro por ninguna parte. Así, que tras perder un tiempo
precioso detrás de hojear y ojear lo escrito me he decidido a volverlo a
escribir.
No recuerdo cómo adquirí este libro, sólo que lo tenía desde
hacía un tiempo en la librería del comedor. Llevo mucho tiempo sin leer. Ya no
se puede ver por casa, como era costumbre, libros esparcidos por las mesas, por
las mesitas de noche, por el sofá o por el mármol de la cocina. Ahora están
todos, tanto los leídos como los que no, dispuestos ordenadamente en las estanterías.
Hace más de un mes, me fui fuera un fin de semana. No sé
viajar sin un libro así que estuve eligiendo uno y fue este el afortunado. Debo
confesar que lo elegí porque pesaba poco y en el bolso no me molestaba. Ya se
me ha pasado la edad de ir cargada como una mula tanto de cosas útiles como inútiles.
Llenar una maleta con el lema de “por si…” ya pasó a la historia.
El libro es sublime. Al menos, a mí me lo ha parecido. Es de
aquellos libros que me hubiera encantado escribir a mí. La historia es
dramática, pero la forma en que la explica es fresca, divertida y en muchas ocasiones
irónica. La autora evita caer en el drama. El narrador utilizado es el que creo
que debo utilizar en mi novela. No me he puesto a investigarlo mucho porque aun
sigo liada con las obras de teatro, pero en cuanto acabe con ellas me pongo a releer
el libro para definir bien a mi narrador.
Creo que os gustará el libro.
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