Es fácil perder la confianza en la vida. Si no me creéis,
miradme a mí: creyéndome con el mundo a mis pies, una penosa mediocre con
ínfulas de poder con todo, puro ejemplo de atavismo, con el alma sofocada por
la soledad y las lágrimas arañadas por la cruda realidad, liderando no más que
a cuatro gatas que fui encontrando en los callejones de mi existencia.
Mi vida, versada en interrelacionarme, solo consigue llenarse
de erráticas maniobras de interacción social que me conducen a ser rechazada
profusamente por todo aquel o aquella, que sin saberlo, se adentra en mi
espacio vital, a pesar de toda la retahíla de retorcidos manejos que extraigo
de mi inveterada experiencia. Una y otra vez la misma escena se ha ido
repitiendo en mí.
Hace unos días, por fin, iracunda, abrí la ventada y le
chillé a la vida, que no la quería más, que se largara por donde vino. Ya no me
fío ni un pelo de ella.
2 comentarios:
Tienes razón, hoy no te puefes fiar ni de tu sombra.
pues allá va mi título: «una (bastante) complicada digestión nocturna» =^.^=
besos, y maullidos
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