Te regalé mis palabras, presa de amor infinito, cargadas de
tinta y sentido para evitar que el viento las volara. Palabras medianas, pensadas
y amadas, detenidas en tu cuerpo, noche tras noche, hasta el alba.
Un día, bien enojada, traicionaste mis palabras, convirtiéndolas
en piedras y en afiladas dagas. De pícaras y dulces, las volviste maliciosas y
amargas. Las quise recuperar, pero las palabras que se dan no se quitan.
Ahora, palabras de despedida, vacías o descarnadas, palabras
que con tu nombre, ya no quieren decir nada. Y polvorienta, batida en retirada,
duerme en mi boca, una única y pendiente palabra.
2 comentarios:
:(((
No hay nada peor que palabras hirientes
Nosu, depende de donde vengan y con qué intención.
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