Conocí a una chica de la que me enamoré perdidamente. Nos veíamos solo los fines de semana y nuestra vida estaba llena de amor y risas. No parábamos de hacer cosas. No vivíamos en la misma ciudad pero estábamos más tiempo que en contacto que si hubiéramos vivido juntas.
Trabajé de lo lindo para poder pagarme los viajes y el hotel cada fin de semana. Ella trabajaba sábado y domingo y era más fácil que me desplazara yo. Por aquel entonces, tenía tres trabajos, había días que me iba a dormir a las cinco de la mañana y eso que al día siguiente a las siete ya tenía que estar currando. Pero no me importaba. Estaba totalmente enamorada y lo único que quería era que llegara el fin de semana para poder estar con ella.
Por su parte, ella me demostraba los mismos sentimientos. La veía feliz y exultante, contenta y habladora con sus amistades. Me llevaba a todos lados, me presentaba a todo el mundo. Sin problema alguno. Y yo feliz por ello.
Un día, cuando acompañamos a una amiga suya hasta el bus, la noté seria pero no le di más importancia. Esperamos un buen rato hasta que llegó, riendo y conversando, excepto ella que había pasado a la utilización de los monosílabos, tan socorridos cuando una está enfadada y no lo quiere demostrar. Cuando nos quedamos solas, dejó de hablar. Ni contestaba. No quería decirme qué le pasaba. Mi sensación fue de desespero; repasaba todo lo que había pasado por la tarde a ver qué podía haberla hecho enfadar. No encontraba nada. Había sido amable con su amiga (normalmente la vergüenza y la timidez me hacen parecer huraña), con ella había sido tan cariñosa como siempre. Busqué en los temas tratados: habíamos hablado de los estudios para mayores de 25 años, de cómo funcionaba su cerebro, del hijo de su amiga. No, tampoco tenía que ser eso. Estaba absolutamente despistada y nerviosa por la actitud de ella.
Cuando llegamos a la habitación, nos teníamos que cambiar pues habíamos quedado con unas amigas suyas, llevé su enfado al extremo, sé por experiencia que eso ayuda a hablar. Le dije que no me movía de allí hasta que habláramos. Y tras rogar un montón de tiempo que me explicara qué había pasado, habló:
─Os gustáis. Habéis estado coqueteando toda la tarde.
Me quedé estupefacta. No entendía qué señales podía haber captado para llegar a esa conclusión. Sí, había estado simpática, pero solo porque era amiga suya y había hecho el esfuerzo para no parecer antipática, que es mi estado normal.
En nada la convencí y el río volvió a su cauce. Pasamos un fin de semana genial.
Pero no fue así, esos brotes de enfado empezaron a aparecer más seguidos. De día, de noche, por teléfono. Empezó a controlarme continuamente, a decir que mentía con respecto donde había estado o con quién. Y la relación, de la que seguía absolutamente colgada, empezó a volverse un infierno. Estaba conviviendo con una celópata y nada y nadie podía hacer que ella se sintiera segura conmigo.
Fue una época muy dura. Me podía más el amor que la cordura de sacarla de mi vida. Una noche, después de que me despertara un montón de veces para decirme que le estaba poniendo los cuernos, tuve la suficiente valentía para decirle que lo dejábamos. ¡Cuántas veces llegué a arrepentirme de ello! La llamaba pidiendo perdón, que volviéramos, incluso estaba dispuesta a admitirle esa infidelidad que nunca había existido. Me notaba morir sin ella.
Incapaz de ver más allá de sus celos y sus fantasías, no me perdonó. Y después de estar muriendo unos años descubrí que vivir era mucho más fácil.
11 comentarios:
Los celos son, de todas las enfermedades del espíritu, aquella a la cual más cosas sirven de alimento y ninguna de remedio. Michel Eyquem de laMontaigne.
El tiempo te da la razón, dejarlo fue mejor..
¡qué historia más triste! sobre los celos y eso, las cosas de una pareja suelen ser bastante incomprensibles desde fuera.. y lo es mejor, nadie lo sabe, hablamos de amor..
besos,
esta historia se repite tantas veces y en tantas personas diferentes.... y lo difícil que es salir de ahí
Uff que bien describes el bucle inseguridad-control-fabulación-reproche-dolor-perdon-inseguridad-control-... y que bueno cuando la fuerza centrifuga te expulsa, aunque te des un batacazo.
Los celos son tan destructivos como un huracán y es poco lo que queda en pie tras su paso.
Lo que más me gusta es el final, lo claro que se ve cuando una es consciente de ello.
Enhorabuena. :)
Da igual que sean celos, egoismo, problemas inventados...etc, etc.
Cuando te enamoras, la razón deja de reinar tras el golpe de estado que da el corazón.
Todo tiene un fin, incluso el tormento. Siempre hay un día en el que se ven las cosas claras.
bss
Lo más dificil de romper es olvidar. Aunque sea una decisión evidente, aunque sepamos que es lo mejor, olvidar se hace taaaan dificil...
se me han saltado las lágrimas. Soy celosa y joder....qué chungo todo. Qué putada, qué mierda, qué injusticia. Gracias por este escrito, me ha sido de total utilidad. Un beso.
cierto, lo es.. mucho mas facil y bonito.
besos!!
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