30/11/10

La mirada condicionada

Recuerdo que de niña tenía una madre que no tenía edad porque sencillamente era mi madre. Una señora como todas las madres del mundo. No veía su vida más allá de mí y de mis hermanos. Dedicada a darnos de desayunar, plancharnos nuestros uniformes, encargarse de que tuviéramos la bata y los libros en la cartera, llevarnos al colegio. Recogernos por la tarde, preguntarnos qué tal el día, qué habíamos comido, si teníamos deberes. Reñirnos por no querer meternos en el baño, por jugar mientras cenábamos, por no querernos ir a la cama.

Mi madre era esa, no tenía edad, sencillamente estaba, nunca se cansaba y siempre lo tenía todo apunto, para mí, para mis hermanos, para su familia.

Por eso, ahora que la veo consumir su altura, encorvarse y andar mirando al suelo, con miedo a tropezar y sin ganas de caminar con la cabeza alta, pues le cuesta aceptar que cada día que pasa es una nueva merma en ella. Ahora que observo cómo sus comentarios y su visión de la vida se vuelven cada día más infantiles y más seniles a la vez. Ahora que con dos pasos se agota y tiene que parar a coger aire y todos caminos no van más allá de circunvalar la manzana de su casa. Ahora que sus lágrimas son la impotencia de quien ha sido pero ha dejado de ser. Ahora, veo que la edad le ha venido de golpe y yo no he sabido ver a mi madre más allá de ello, de ser una madre. Nunca he visto la mujer que se encerraba dentro de su maternidad.

15 comentarios:

Pena Mexicana dijo...

lo que pasa es que algunas madres tienen a la mujer muy escondida abajo de capas y capas de deberes :)

farala dijo...

pues ya la estás viendo. es tremenda la vejez: yo tampoco me había dado cuenta que un año en un octogenario trae tantos cambios como en un niño menor de diez años!! (y lo malo: los cambios son a peor...)

Anónimo dijo...

El tiempo no pasa en valde, pero pasa, que ya es mucho!

:)

la cocina de frabisa dijo...

Parece que fue un presentimiento, hoy te he preguntado por ella y vengo aquí, y tengo la respuesta.

Creo que te ha pasado lo que a todas, nuestras madres son como superman que todo lo pueden hasta que un día nos damos cuenta que son de carne y hueso y que podemos quedarnos sin ellas....

leo dijo...

Qué difícil ver el paso del tiempo en los seres queridos. Más aún con los padres, que son quienes cobijan nuestra infancia.

Anku dijo...

Hola, pasando a visitarte..y pues..comparto la opnion de Isabel... Siempre las vemos como superman y duele tanto ver q son de carne y hueso y las podemos perder...como detenemos el tiempo? o lo q trae consigo? u.u

saludos, q estes bn, cuidate.

Blau dijo...

Dintel, un dulce beso.

Jirafas en Gerundio dijo...

Es un pensar y un pesar que nos llega de repente. Hace poco oí hablar sobre ello a Carmen Amoraga, pues dice que fue una de las causas que la impulsó a escribir la novela que ha sido finalista en el Planeta. Quiere que su hija conozca a la mujer más allá de la madre. Nosotras, casi todas, nos lo hemos perdido.

AdR dijo...

Me ha encantado esta mirada tuya y este retrato tan veraz que haces de ella, de todo.

Un beso

Mármara dijo...

¡Uf! Me has dejado un nudo en el estómago, y en el alma.

illeR dijo...

Jooo, a mi me pasa igual... Ademas, en mi caso, mi madre siempre me agobia tratandome como una niña de 4 años y escrimiendo la disculpa de que es mi madre... así es imposible verla de otro modo!!!

Tantaria dijo...

Las madres siempre están ahí, intemporales...

iTxaro dijo...

yo tampoco he llegado a ver a mi madre más allá de ser madre, y si, es duro ver el paso del tiempo en ellas

fuerza

Anónimo dijo...

Me viene a la mente la pregunta que repetía sin cesar la genial Amparo Baró en "Siete Mesas de Billar Francés": ¿Para qué sirve un viejo?

A mi me ocurre lo mismo con la mia y, cuando la miro y comprendo que ella ha tenido mis años y los ha vivido como ha querido, sólo me dan ganas de abrazarla e intentarla transportar a vivir lo perdido, aunque sea imposible.

Anca Balaj dijo...

Pero aún estás a tiempo de una conversación con la mujer.

Yo no recuerdo a mi madre. No sé como reía. No sé lo que opinaba sobre ninguna cosa en el mundo ni cuales eran sus principios. La busco en mí, pero no estoy muy segura de cuales son los rasgos heredados de ella, a veces los supongo por descarte. No sé cómo nos habríamos llevado, si aprobaría mi forma de ser, si chocaríamos. No lo sé.

Los recuerdos son valiosos también, aunque sólo sean sobre su aspecto de madre.