Cuando la tristeza te abraza de noche no puedes menos que
sucumbir a ella. Me dejo hacer. Absorbe toda mi energía y me mece en sus
añoranzas. Ni me permite hablar. Canta su nana de desconsuelo y aparece el
ahogo en mi corazón. Pesimismo y melancolía son las rayas del pijama que me
obliga a vestir. Y ese sinsabor que
aporta se vuelve amargura. Convierte la sábana en desánimo y me cubre hasta el
cuello con ella. Pienso en ti. Pienso. Pienso constantemente, absolutamente.
Qué desolación sentir el corazón de luto por la distancia. Lucho para no caer
en la desesperación. La oscuridad y su negrura, bajo los brazos de la tristeza,
no son más que dolor, pena y aflicción. En la profundidad de la noche se oye su
voz entonando las últimas notas de esa nana compuesta solo para mí, esa nana
que lleva tu nombre, tu ausencia. Esa ausencia que la tristeza clava y reclava
en mi alma con la daga de la pesadumbre, convirtiendo los días en tortura y las
noches en pesadumbre.
1 comentario:
ay qué penita transmite este texto... me has hecho recordar cuando la güera y yo vivíamos cada una de un lado del charco :)
besos
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