¿Qué ilusoria defensa de la fragilidad hace que la vida
despriorice el amor? Giré y me fui, por miedo a la rotura, llevándome conmigo
una maleta de sensaciones inconcretas y dejando atrás una vida extática y feliz.
Y pasa el tiempo y sigo aquí, cosa que indica que vivo, mas mi realidad no es
vivir, si no revivir. ¿Vida? ¿O teatro?
Pensé que podría darle todas las palabras que durante estos
meses he estado guardando para ella. Palabras que cada vez me salen de más
adentro. Pero cuando lo veo y su mirada me atraviesa, seria y desafiante, el
mutismo se apodera de mí y se litifica mi ser. Me gusta pensar que detrás de su
seriedad hay una risa deseando ser desatada. Pero callo más que hablo y vuelvo
a girar y me vuelvo a ir. Así me va pasando el tiempo. Así voy perdiendo la
vida. Y cuando logro vencer ese temor a equivocarme de nuevo que me petrifica y
le hablo, mis frases chirrían y derrapan y ella siempre me contesta con las
palabras justas. Frases ásperas y naufragas de tanto rozar contra las mías.
Nuestras frases con cortas, muy cortas, sus verbos predican
poco. Nuestras frases salen del silencio y vuelven a él. A veces las palabras
no necesitan un destino, se les debe permitir detenerse en la frontera de las
sensaciones. ¡Qué terrible sensación vivir en la ambigüedad de los silencios!
Amar en el corazón es fácil. Qué complicado se hace comunicarlo.
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