22/11/13

La cruda realidad

Me informan y leo que uno de los problemas más graves de esta sociedad, en la que me ha tocado vivir, es que los niveles de lectura están por los suelos. La comprensión lectora, la velocidad lectora y el gusto por la lectura fallan por todas partes. Leo y me informan que es por ello que el buque se hunde, a pesar de que aún quedan voluntarios que bogan con sus propios brazos.
Incluso me intentaban convencer de que es necesario cambiar la metodología porque, en la actualidad, salen al mundo muchos “analfabetos funcionales”, es decir,  personas que aún sabiendo leer funcionan como si no supieran porque a todo aquello que lee no le saben dar uso. Pero, pensando esta noche, a solas con mis silencios, he llegado a la conclusión de que no puede existir un cambio real de metodología si antes no se han cambiado de mentalidad.
Yo no entiendo sobre educación, ¡vamos! si entendiera estaría yo misma más educada, pero me parece que vivimos en un país de parches y así no llegamos a ningún sitio. Parecemos esos juguetillos de cuerda que cuando llegan a un obstáculo chocan y cambian de dirección hasta que se acaba la cuerda y todas esa energía gastada en el absurdo movimiento de no llegar a ningún lado se convierte en una patética y aceptada quietud.
Yo no entiendo de educación, ¡vamos! si entendiera pediría el ministerio. Pero sí que entiendo de realidades tales como “tiene dificultades en el aprendizaje”, “es un TDAH” o “le cuesta adquirir nuevos conocimientos”. Nooo paaasaaaa naaadaaaa: le preparamos una adaptación curricular para primaria, en secundaria que vaya al grupo D, además de la adaptación y luego ya hará un PQPI, en el que no va a poder entrar porque quintuplican las demandas de plaza a las ofertadas. Busca corriendo un módulo de grado medio, el que sea, porque no se va a pasar el chaval todo un año tirado en el sofá de casa acariciando la posibilidad de ser “Técnico Superior en Nininismo”. Porque trabajo, ¿quién le va a dar trabajo? En cuanto vean que es un “analfabeto funcional” (inventamos nombres antes que soluciones) nadie lo va a querer. Por lo que empieza un módulo, motivador donde los haya, de “Retuerce cables y pimpollos con soldadura armónica de soslayo”. Al cabo de tres semanas, el chaval decide que Eso  no es lo suyo y ¡sofá para qué te quiero?
Ahora le va muy bien. Está en tercero de Ninismo, una de las adaptaciones curriculares más buenas de esta sociedad en la que vivimos.
Yo no entiendo de educación, si entendiera no  hubiera tenido hijos.

21/11/13

Tengo que perder peso

Tengo que perder peso. Lo he notado hoy, por la mañana, cuando al ir a lavarme los dientes se me ha resbalado el tubo de pasta dentífrica y ha caído al suelo. Cuando me he agachado para recogerlo no me podía volver a levantar. Mis rodillas no respondían. Tenía la sensación de que mis músculos no tenían la fuerza suficiente para devolverme a mi posición vertical, esa bípeda posición típica del ser humano. Y es que últimamente me siento una piltrafa.

Debo perder peso. No puedo seguir llevando encima los problemas de mi marido: que si no tiene trabajo, que si las niñas hacen mucho ruido y a él le duele la cabeza, que si quiere ver la tele y no hacemos más que reír y molestar. ¿Qué espera?, son  niñas con ganas de ser felices.

Tengo que desprenderme del dolor que me causa esa terrible adolescencia de la mayor. Por ahora me sigo imponiendo. ¿Pero, por cuánto tiempo? Está al caer ese rotundo “no” adolescente, ese “no” de “aquímeplantotegusteonoteguste”, ese “no” seguro del descubrimiento hecho de que yo ya no la puedo obligar a nada.

También me pesan y me fatigan mis padres, ya mayores. Mi padre, senilmente feliz, que se mea encima pero no quiere llevar pañal porque él es muy hombre. Mi madre cuidándolo hasta el agotamiento, limpiando y lavando continuamente y siempre teniendo la casa hecha un desastre y la ropa llena de lamparones porque hace años que la Seguridad Social tenía que haberla llamado para operarse de cataratas y no ve las manchas. Eso sí, ambos se encuentran en plenas facultades para vivir solos y tenemos trifulca cada vez que intento sugerir lo contrario.

Debo perder peso, porque con tanta carga adicional ni si quiera puedo verme el ombligo. ¿Y qué es una persona que no puede verse el ombligo?

19/11/13

Hoja en blanco

No siempre se puede escribir lo que se siente, por mucho que estés apuntándome con ese arma. A veces, los sentimientos se arrinconan en algún lugar del alma donde el cerebro no tiene acceso, ¡imagínate la tinta del bolígrafo, mucho menos! Sé lo que siento, pero mi fuero interno no quiere ponerle palabras. Está harto de frivolizar: un sentimiento verbalizado pierde su esencia y acaba vejado por el viento.
¿No me escuchas? Ya podemos quedarnos mil años aquí, yo delante del papel, tú amenazándome para que escriba. Se ha escondido bien y no podré cazarlo ni convertirlo en palabras.
¡Ya lo tengo! Vamos a hacer una cosa: mírame a los ojos, yo dejo el bolígrafo, tú dejas la pistola y nos damos la mano. Dejemos las palabras para quien no sabe comunicarse con la piel.

18/11/13

Muertos

Esta noche los muertos han acudido a mi sueño. Es la única forma de estar con ellos sin ser consciente de que ya no están. Vienen con historias imposibles y con ganas de desorientar, aunque dormida no lo notas, te dejas llevar de su mano por esa trama narrativa surrealista que proporciona el subconsciente. Solo intentas disfrutar de su presencia, pues sabes que hacía mucho tiempo que no los veías.
Hemos reído y llorado juntos, tomado unas copas, las que en vida no pudimos tomar y apenas hemos charlado, ¿qué se le puede decir a un muerto que ya no sepa? No han venido a mostrarme ni el camino correcto ni mis equivocaciones, nunca les gustó Freud. Simplemente les ha apetecido pasar este sueño conmigo, mucho más de lo que se puede esperar de los vivos.

13/11/13

Lo que encontré bajo el sofá

Su autor me lo recomendó por mail. Bueno, más que recomendarlo me invitó a leerlo. Y a mí me faltó tiempo para hacerlo. Su primer libro, El bolígrafo de gel verde, me había gustado mucho, tenía muchas ganas de leer el segundo. He tardado más de lo que he querido, pero a veces, la vida se vuelve dificultad y la dificultad, vida, por lo que me lo he tenido que racionar involuntariamente. Al final, entre ayer y hoy, me lo comí.

Me ha encantado. He disfrutado muchísimo de la historia y su forma de narrarla. Sus imágenes, sensibles y reales, se han encargado de la empatía en todo momento. Su forma de ver el mundo, me ha provocado envidia en más de un momento. El final y la forma en que va concluyendo los temas, me ha dado mucho que pensar (como futura escritora de novelas). Las sensaciones y las atmósferas me han calado profundamente, Toledo me es una ciudad cercana, y las historias que narra son aún más cercanas que la ciudad.

Soy consciente de que no es una obra de arte, pero como segundo libro es perfecto. Recomiendo su lectura, por supuesto.

Es el segundo autor que leo desde su inicio. Dentro de unos días iré a la presentación del último libro (creo que lleva unos 12) que ha escrito otra escritora. Me ha invitado y por supuesto, no faltaré, salvo que obligaciones mayores me lo impidan. Me gusta mucho leer a noveles. Supongo que porque mi objetivo es llegar a ser uno de ellos.

11/11/13

Para mear y no echar gota.

Sentados en el banco de una estación por las que pasa mi tren, tres jóvenes se hallan sumidos en una discusión. Maletas y bultos se apilan delante de ellos formando una muralla como  protegiéndose del mundo. Una cuerda de escalada, aguantada en la muñeca de una de las chicas, tiene en el otro extremo la función de collar de perro. Un cachorro de pedigrí ni se sabe, camina impaciente de un lado a otro queriendo atravesar el cerco formado por los equipajes. Charlan animadamente, incluso diría que discuten, obviando el creciente nerviosismo del can. El perro, cansado de intentar llamar su atención, mira hacia mi tren, parado desde hace unos segundos en la vía contraria. Se está quieto, mirando fijamente. Me da la impresión de que en breve se sentará. Pero ni corto ni perezoso, vuelve hacia el cerco, y levanta una pata y se mea sobre una maleta gris. Camina dos pasos, y vuelve a proceder, esta vez sobre una bolsa de Ikea que parece contener algo así como una colcha. Va hacia el otro extremo y se orina sobre otra de las maletas. La imagen arranca en mí una sonrisa que contiene una carcajada oculta, a la vez que arranca mi tren y me quedo sin ver el final de la escena.

10/11/13

La vida de Adèle

La fui a ver. Había leído comentarios por algunos blogs, me había comentado una compañera de trabajo, sabía que la puesta en escena era una adaptación. Me ha parecido una historia diferente al cómic. Se basa en los mismos personajes, en casi el mismo arranque narrativo y en la reproducción animada de muchas de las azuladas viñetas, pero es otra historia. Se tratan algunos temas de manera igual, como el descubrimiento de una misma, como el cambio de tu entorno, como el primer amor, como el flechazo y la pasión loca, temas sacados todos del cómic, pero es otra historia. Y al ser otra historia casi no he podido ni he querido comparar. Lo único que puedo decir es que llevo su dolor a flor de piel, qué manera de empatizar. Que esos primeros planos fueron un ataque directo, al menos para mí, a mi corazón. Que la imagen de la protagonista, se me ha aparecido una y otra vez durante el día, mientras hacia cosas, porque ha calado más hondo de lo que me pienso. Que los sentimientos que nos muestra el director, son sentimientos que conozco muy bien y que por mucho que pasen los años, no se podrán olvidar. No pude evitar hacer analogías con mi propia vida. Por otro lado, qué gusto este tipo de films en los que me puedo identificar perfectamente, a nivel personal y sobretodo sexual con la protagonista.

Comparto la opinión de que hay muchas escenas en las que se recrea demasiado y una vez aportada la información “a otra cosa, mariposa”. Y que no es lo mismo ver escenas de sexo que duran tanto rato en un cine con más de cien personas que en casa en la intimidad donde te puedes permitir recrearte en ellas y excitarte. En el cine, a los pocos minutos de dichas escenas, empezó a aparecer un sentimiento de hilaridad, sobre todo con los dichosos cachetes.

La interpretación me pareció excepcional, sobre todo de la protagonista que era la que llevaba toda la carga informativa.

9/11/13

Entre dolores

He vuelto a las andadas, viajo de nuevo libreta en mano y cada día dedico más de un momento a escribir. Me estoy volviendo a centrar, o al menos quiero creerlo, vamos, necesito creerlo, porque tantos cambios en mi vida me han hecho perder el norte. A cambios, me refiero, corporales; mi cuerpo ya no responde como antes. Y no son por los dolores, que estos aún los voy aguantando. Cada día me despierta un dolor en alguna parte de mi cuerpo que ni siquiera sabía que tenía. El entumecimiento de la noche, hace mella y al salir de brazos de Morpheo (de los cuales me voy cayendo toda la noche, porque no hay manera de dormir seguido) me viene la añoranza de aquella época, joven, por supuesto, en que me despertaba descansada y sin dolor. No es por esto, no. Lo que de verdad me repatea es tener que aceptar mi propia merma: se me caen las cosas al suelo porque mis manos no responden, choco con los marcos de las puertas porque parece que he perdido la noción sobre el volumen de mi cuerpo, llego a casa cansadísima y lo único que me apetece es sentarme en el sofá, ya no puedo leer como antes porque me escuecen los ojos, me olvido de todo, sea importante o no lo sea. Esto último, a pesar de darme una rabia tremenda cuando me pasa, me da un estado de tranquilidad, pues al olvidarme de todo, no me da tiempo de tener remordimientos de nada porque ya me he olvidado. Se vive de otra manera teniendo memoria pez, o “memoria berberecho”, como me dijo una vez Alguien. Ayer, me preguntaron: ¿y qué harás cuando tengas mi edad?

¿A este paso, llegaré?

1/11/13

El Tiempo entre Costuras

Leí el libro y lo comenté en su momento. Ahora estoy viendo la serie. La actriz que hace de protagonista me está gustando mucho. Le miro a los ojos y viajo directamente a través de sus sentimientos, me traslada a la época de la novela. Me está encantando perderme de nuevo entre las palabras de María Dueñas.

Cuando leí el libro imaginé mis propios personajes, los ambientes, los vestidos, el olor, la luz. Todo, absolutamente todo. Ayer, viendo la serie, recordaba que la escalera de la casa dónde fue acogida la protagonista después de que la detuviera la policía, la recordaba como lúgubre y estrecha y la casa con un estilo mucho más a las películas españolas de Martínez Soria. Pero en la serie, la escalera es amplia, con algún escalón roto, con bastante luz, así como la casa.

Es difícil ver una película de la que te has leído el libro, pero en este caso me está resultando todo un experimento hacer la simbiosis entre las dos informaciones. No puedo negar que disfruto con ello.

No sé si la serie es buena o no, o cómo acabará siendo, el caso es que me contento con comparar lo que recuerdo del libro con lo que me muestran y en esto radica mi diversión los lunes por la noche.

Eso sí, la protagonista, me gusta mucho.