Miro hacia un lado, miro hacia el otro. Silencio y
normalidad. Parece que este año nuevo no nos ha traído nada de su adjetivo. Nos
seguiremos aburriendo por ofuscación, seguiremos cayendo en la vacuidad y nos
emocionaremos ante esa “salvación”, ahora cromática, de fácil efectismo y
pródiga en palabras. Lejos queda el análisis de las diferencias ontológicas que
nos hacía crecer. Permanecemos ínfimos y exhaustos por nuestra pequeñez y
nuestra vida deja de ser un devenir para ser un permanecer, cualidad propia del
parasitismo, pero sin las ventajas del beneficio.
Y por ahora me voy a callar, porque como decía Voltaire: “el
secreto de aburrir a la gente consiste en decirlo todo”.
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