24/4/20
23/4/20
22/4/20
21/4/20
20/4/20
No sé qué ha pasado
No sé muy bien qué le ha pasado al blog. Yo soy una inculta
digital. Me habían desaparecido imágenes y también me habían “atacado”, supongo
que un bot, con muchos comentarios en otro idioma. He tardado algunos días en
poderlo arreglar. Por falta de tiempo y, confieso, por algo de pereza. Creo que
ahora lo vuelvo a tener todo limpio y en su sitio. Mañana, seguiré con la
publicación de las viñetas e intentaré, si el teletrabajo me lo permite,
escribir un poco, que me estoy muriendo de ganas. Gracias por la paciencia.
14/4/20
13/4/20
12/4/20
11/4/20
El tiempo es atemporal
Ayer me fui a dormir pronto, porque hoy me tocaba ir a
comprar. Solo salgo un día a la semana y lo concentro todo: tirar las basuras,
reciclar e ir a comprar, al súper y a la verdulería. No es muy diferente a lo
que suelo hacer cuando no estoy confinada. La diferencia es que ahora en vez
del sábado, lo hago los viernes.
Me he levantado temprano, porque soy de las que prefiere
esperarse antes de que abran que haciendo cola. No sé, una manía que siempre he
tenido. Más que nada, porque así, acabo antes y antes estoy libre para hacer lo
que me apetezca. Ahora, en confinamiento, es un rollo prepararse para ir a
comprar. Primero de todo, pongo la ropa en el cuarto de baño para cuando venga,
meterme directamente en la ducha. Segundo, saco los guantes nuevos y los dejo
en la entrada, junto con la cartera, las llaves y el móvil. Debo estar muy
atenta para no olvidarme nada. Después cojo el carrito, compruebo que tenga una
bolsa dentro (a veces no me cabe toda la compra en él) y lo pongo delante de la
puerta de salida. Me visto con una ropa que tengo especialmente escogida para
salir de casa (toda oscura para poder lavarla junta) y me voy a la zona 0, que
es la habitación de al lado de la puerta donde, ahora, guardo la chaqueta y los
zapatos de salir a la calle. No tengo mascarilla, así que utilizo una bufanda
de invierno, tupida, muy tupida. Una bufanda de invierno que, ahora, que
empieza el calor es insoportable y me da por toser y la gente me mira mal. Voy
a tener que cambiarla por un fular o algo parecido. Miraré que tengo. Cuando
estoy preparada, después de haber empezado a prepararme hace media hora, salgo
a la calle dispuesta a comprar, primero en el súper y después, en la
verdulería.
Voy con la basura en la mano y cuando paso por delante del
supermercado, me paro atónita. Está cerrado. Una señora que pasea a un perro,
desde debajo de su mascarilla me masculla: “Niña, que es Viernes Santo”.
Así, que giro sobre mis talones, vuelvo a casa y me dispongo
a dejar la chaqueta y los zapatos en la zona 0, desnudarme, poner la ropa en la
lavadora y ducharme, sin que toda esta parafernalia haya servido nada porque
mañana deberé realizar el mismo protocolo antes de salir.
Lo peor, me he descubierto en casa de nuevo con la basura
que, tras la noticia, no he tirado.
10/4/20
9/4/20
Ojiplática
Nunca me han echado un mal de ojo, al menos que yo sepa.
Pero resulta que mi terapeuta dice que sí (¿deberé cambiar de terapeuta?). El
caso es que me pidió tiempo para deshacer el embrujo (no sé si se dice así) y
después de tres meses me dijo que ya estaba. También me dijo que debía haber
notado como una tristeza y luego un alivio. O soy insensible o aquí no había
embrujo que valiera. En fin, de todas maneras, suerte que esto pasó antes del
confinamiento.
Lo que sí que me pasó, hace tiempo, cuando rompí una
relación, fue que mi, ahora, ex me dijo una frase en plan maldición que se está
cumpliendo a rajatabla. Cosa que, en esta situación de confinamiento, se me
hace mucho más presente. La frase en cuestión fue: “Vas a estar sola el resto
de tu vida”. Me la dijo con una rabia muy extraña. Desde un estado enajenado en
el que había entrado. Era como si alguien que no conociera yo, hablara por su
boca. Sus ojos chispeaban la rabia y mascaba las palabras esperando que al cumplirse
lo que me estaba diciendo se cumpliera, también, su venganza.
Y, ahora, en este momento de confinamiento, sí que siento
que de alguna manera se está cumpliendo su maldición. Pero tranquilas, me hallo
luchando contra ello a capa y espada y palabra, que es de la única manera que
sé luchar. Doy gracias por tener un
teclado y muchas ganas de escribir.
8/4/20
Viñetas
Empecé (cuando empezó todo esto) a dibujar una viñeta diaria
sobre el Confinamiento (se merece ya una mayúscula) porque me apetecía plasmar
un poco mi día a día entre estas cuatro paredes (tengo algunas más) que son mi
casa. Resulta que en un principio, pensaba (ilusa de mí) que iba a durar los
quince días que habían dicho; ahora, con 27 ya, entre pecho y espalda, empiezo
a tener un volumen de viñetas considerable.
Por esas cosas de la vida (que en mi haber tengo muchas),
sin quererlo, les he ido cogiendo un cariño especial. Por ahora, solo las he
compartido con algunas de mis amistades más cercanas (puede que, con alguna
lejana, también —soy un desastre para las distancias—) y me estaba planteando colgarlas
en mi blog. Pero no sé qué me pasa; hay algo dentro de mí que me lo impide.
Supongo que es una manera nueva de desnudarme ante mis lectoras (que parece ser
que son bien pocas) sin estar protegida detrás de las palabras (muralla sólida
dónde las haya).
Creo que necesito aún un tiempo más de reflexión a ver si al
final decido vencer la timidez y me lanzo. Por otro lado, si mi estimado
público las reclamara sería como verme obligada a su publicación.
La idea sería colgar cuatro diarias hasta ponerme al día.
Entonces, pasaría a publicar la viñeta diaria según la vaya dibujando.
7/4/20
Insomnio y pensamiento
Toda la vida he madrugado. TODA. Pues ahora no puedo. Por
más que me pongo el despertador una y otra vez a la hora en la que me he
levantado siempre, cuando suena, lo apago y sigo durmiendo. Y, es más, me
despierto sobre las nueve y me giro y sigo durmiendo. Me apetece dormir y como
por la noche me cuesta muchísimo conciliar el sueño, pues me lo permito. ¿Quién
me lo va a impedir? Eso sí, luego, durante el día voy loca queriendo cumplir
los objetivos que me había marcado el día anterior, porque el día no me da para
más. Como dice siempre una compañera: “no me da la vida”.
Lo que más me sorprende es que fuera de este confinamiento,
sí que me daba y hacía un montón de cosas más. Porque, no nos olvidemos, a lo
que hacía, debía sumarle el tiempo de transporte (oh, que añoranza, viajar de
pie y como sardinas en un metro o en un autobús…). Así que, de nuevo, mi
propuesta para mañana será levantarme a las cinco y media, hora esta, en la que
antes me levantaba.
Y es que después de 26 días de confinamiento, cuando la
normalidad ha mutado a esto que estoy viviendo, ya no sé qué es normalidad, si
lo de ahora, o lo de antes. Me sorprende
descubrir que la normalidad no existe; que lo importante en esta vida es la
adaptación. Este concepto me lleva a los orígenes de las especies y me emociono
pensando en que esta toma de conciencia a la que estoy sometida me hace más
grande enfrentándome a mi yo de antes.
3/4/20
La trenza
Autora: Laetitia Colombani
Los primeros días de confinamiento (hoy hace mi día número
22), no me atrevía a leer. Quería tener la mente y las manos ocupadas y la
lectura me parecía una actividad más pasiva que las otras. Así que fueron
pasando los días y me iba programando actividades en una lista la noche
anterior y no paraba durante todo el día hasta que conseguía tener toda la
lista tachada. La segunda semana, (en principio eran solo dos las que íbamos a
estar confinados), me programé actividades de limpieza por habitaciones y orden
absoluto (ríete tú de Marie Kondo). Cuando llegó el momento de atacar la
estantería que tengo en el comedor fue todo un orgasmo. Cambié la distribución
que suelo tener y descubrí que tenía dos estantes llenos de libros en dos filas
cada uno por leer. Así que como si alguien le hubiera dado a mi interruptor,
elegí libro y empecé a leer con tranquilidad, disfrutando de las palabras y de
las imágenes que el autor me iba creando.
La trenza es un gran libro. A pesar de que en seguida ves a
qué se refiere con el título, eso hace muchísimo más interesante su lectura,
creo. Poco os voy a poder narrar de él porque quiero que quién lo lea, lo haga
de la misma forma que lo hice yo, sin saber nada de él. Eso sí, hay una parte
que me hirió la sensibilidad (que tengo, ahora, a flor de piel), pero, aun así,
no lo abandoné. Os lo recomiendo sin lugar a dudas.
Cuando ordené mis libros, tomé la decisión de que a partir
de ahora los que leía y me gustaban mucho me los quedaba y los otros, los
abandonaría en un café, en un banco, o en algún lugar que me pareciera bien,
seguro que a alguien les gustaría. Es por eso que ahora en el recibidor de casa
ha inaugurado un pequeño montículo de libros que espero que no crezca mucho.
Eso sí, La trenza está guardado en el estante, con mis libros preferidos.
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