24/12/23
Cuento de Nochebuena
23/12/23
Grandes ideas
Día de correr donde los haya.
Y eso que me dije desde el primer momento: “con los tiempos que corren, este año no pienso hacer ningún regalo.”
Y llega hoy y me digo: “¿cómo no voy a hacer ningún regalo? ¿Toy tonta o qué?”
Así que corre que te corre, buscando regalos que no he pensado de aquí para allà y volviéndome absolutamente loca con las compras, porque, sin tiempo para mirar, ya me está bien cualquier cosa.
¿De donde saqué la estúpida idea de que sería capaz de celebrar unas Navidades sin hacer ningún regalo? Seguro que esto empieza a ser vejez.
Recuerdo cuando mi abuela que empezaba a ser muy mayor, nos regaló, a mis hermanos y a mí, 5 euros, cuando lo que acostumbraba a regalarnos eran 100 euros. Creo que he empezado a ir por el mismo camino.
Me he apuntado en un post-it “no hacerme caso cuando tenga ideas absurdas”.
22/12/23
Orden y concierto
Necesito tener el plato del desayuno y la taza limpios y todo lo que he utilizado en su sitio. Necesito tener la cama hecha, la ropa recogida y la habitación ventilada. El comedor sin ninguna mochila apoyada en las sillas. Necesito, también, tenerlo ventilado y con los cojines del sofá mullidos y sin ninguna deformación.
Cuando mi casa está totalmente a mi gusto, entonces y solo entonces, puedo concentrarme en mis labores.
Normalmente, durante el día trabajo en una mesita que me monto en el comedor, al lado de la puerta corredera que da a la terraza. Me encanta trabajar con la luz del día. Si ya ha anochecido, prefiero hacerlo en mi despacho, da al interior y de día entra muy poca luz, tan poca, que se necesita encender la luz eléctrica.
Cuando trabajo y me trabo en lo que estoy haciendo, me suelo levantar de la silla y contemplar las diferentes estancias de la casa; todas ordenadas y limpitas. Me hace sentir bien y eso me catapulta a destrabarme y continuar trabajando. Soy de las personas que piensa mejor cuando están de pie y andan.
Viendo esta necesidad de tener la casa siempre bien arreglada, desde hace tiempo decidí que no me iría a dormir sin tener todas las cosas en su sitio, sin tener la ropa preparada para el día siguiente. Sin tener todo lo que necesito en mi trabajo preparado en la mochila o el macuto que haya decidido llevarme… Y me encanta, antes de ir a dormir, dar una vuelta de reconocimiento para ver y sentir el placer de vivir en un lugar ordenado.
No sé si solo me pasa a mí, pero cuando optimizo alguna estancia y cambio las cosas de sitio porque creo haber encontrado alguna manera mejor de ubicarlas, al cabo de un rato de haber acabado, entro en la habitación a mirarla. Una vez, y otra y otra… y me llena de gozo ver lo genial que ha quedado.
En fin, os cuento esto porque hoy ha sido un día de optimización y ahora, estoy deseando acabar este escrito para ir a ver de nuevo cómo ha quedado el despacho. Me voy, ya no aguanto más.
21/12/23
Morir sola en casa
Yo, que vivo sola, tengo asumido que morir en casa sin compañía es algo que me puede ocurrir. Pero pensaba que es porque me he quedado para vestir santos (cosa que no hago). Creía que la gente era mucho más suertuda que yo, que vivía feliz en su nidito de amor. No me lo había planteado como una cosa general, pensaba que éramos pocos los que vivíamos con la soledad hasta el cuello.
Cuando rompí con mi última pareja tenía la esperanza de que no fuera la postrera. Pero pasando el tiempo a la velocidad que lo ha hecho, ni desesperanza me queda. Empiezo a tener asumida mi soledad de por vida. Tengo amigos, sí, que se preocupan por mí y por saber si sigo coleando, pero esa persona que te acaricia el alma cada mañana, que te hace poner los pies en el suelo cada día, que te tiene priorizada en su vida, esa, no la tengo.
No es que me preocupe el tema, que no lo hace, pero cuando alguien lo menta, me da por pensar en él. Supongo que para las mentes analíticas es normal hacerlo. En cuanto acabe de escribir me olvidaré hasta que alguien haga mención o, por esas cosas de la memoria, vuelva a recordarlo yo misma.
Así que, antes de ponerme nerviosa pensando y pensando en mi cruda realidad, pongo punto final a este texto y apago con premura mi ordenador.
20/12/23
Escasez de orgullo
Cuando debo utilizarlo, solo consigo desperdigar pequeñas motas de jactancia por encima de mi carácter.
Si el reverso de los celos equivale a más celos, el reverso del orgullo, ¿a qué debe equivaler?
Este es el tema que hoy corre por mis venas y que atormenta mi mente a cada silencio. Hay algo de vertiginoso en este pensamiento que promete prontos acontecimientos. Y, mientras, yo vivo radicalmente ajena a todo lo me ocurre en el momento en que aparece ese orgullo que es como si fuera una pequeña salpicadura que se limpia pasándole un pañuelo de papel, de la que no queda ni rastro.
¿Adónde voy con esta caca de orgullo que no me sirve para nada? ¿Crecerá algún día? ¡Cómo va a crecer si hasta ahora no lo ha hecho? Pero… la esperanza es lo último que se pierde. Por cierto, mejor ato a mi orgullín, que lo puedo perder en cualquier momento.
19/12/23
Laborando ando
En silencio mientras lleno de conjeturas mi esperanza para que la vida, el karma, o quién sea el encargado me coloque en nuevos parámetros, lejos, muy lejos, de los que me hallo ahora.
Este nuevo puesto de trabajo que me obliga a colmar de colores el inmenso vacío que me provoca, mientras mi mente se llena de ese humor cáustico que me confiere la impotencia.
Polaridad de sentimientos en la que vivo al pensar que cada día, diligentemente, voy a tener que sentarme en mi nuevo puesto de trabajo, que con cada jornada que pase dejará de ser tan nuevo. Adquiriremos los dos una prematura vejez, yo por no soportarlo, el por tenerme que ver cada día.
Procedo, o me procedí o me procedieron a tomar posesión del rectángulo que será mi mesa mientras alguien, que debiera ser yo, pero no lo voy a ser, no diga lo contrario.
Y, con el tiempo, lo que comienza como siendo un alifafe me conducirá a una dolencia y esta a un desazón que acabará conmigo, consumiéndome mientras gimo agriamente. Y me volveré falaz y pendenciera por no haber sabido decir no, no quiero este trabajo, la vida es otra cosa.
18/12/23
Pasas que cosan
Llega a tanto la motivación, que hoy no he encendido la tele ni me he sentado en el sofá a no hacer nada ni a decirme lo cansada que estoy. Esta motivación es más un estado energético que nada tiene que ver con el “facto”. Quien me entienda que me compre.
Y no quiero irme a dormir con la motivación en ristre, porque no pararía de dar vueltas y más vueltas sin poder dormir y mañana me despertaría con la sensación de haber perdido la oportunidad de hacer. Nadie puede negar que la motivación, si funciona pasa a ser un hecho, por lo qué, por ende, dormirla sería un deshecho.
Y aquí me hallo motivada y sin nada objetivo alguno. ¿Se ha visto desperdicio más grande?
Creo que mejor me pongo nos ponemos el pijama, mi motivación y yo, y mañana será otro día y, por supuesto, otra motivación.
2/6/23
Incordiar, he aquí la cuestión
Toda esa gente que no tiene vida, aunque se piensen que sí porque hacen las tres funciones vitales (relación, nutrición y reproducción), pero está más preocupada por la vida de los otros que por vivir la suya y se dedica a incordiar (envidiar, molestar, alterar, insultar, agredir) al prójimo, debería tener un botón de reset y si ni así, autodirigirse al desguace.
Otro gallo cantaría entonces. La gente que se dedica a sus
cosas podría vivir tranquila sin que los que viven sin vivir en ellos porque
viven pendientes de nosotros, se dedicasen a alterarnos.
¡Qué vidas tan vacías que no tienen otra que llenárselas con
las nuestras! Y lo que es peor, sus retoños crecen mamando estas rabias, porque
en el fondo son rabias, de sus progenitores hacia personas que luchan por tener
la vida que quieren. Qué luchen ellos también, pero no contra nosotros, que no
somos sus enemigos. Aquí el único enemigo que tienen es él mismo.
Lo dicho, si se aburren que jueguen al parchís y se autocanten
las cuarenta.
31/5/23
Lectura dramatizada
Hubo un día, en que me armé de valor y con dos actores montamos una lectura de una selección de mis textos.
Desde el mismo momento en que los ofrecí para ser leídos, me
arrepentí. Son algo muy personal, que nace de dentro de las entrañas, que nace a
flor de piel y que nace de un alma rota y pegada de cualquier manera. Unos textos
que han llenado mis dedos al escribirlos por tener las manos vacías de amor y
caricias. Puse delante de mí en palabras una existencia. Eran unos textos que
querían ser una excreción de un amor apaleado, ajado y muerto a fuerza de los
días. Unos textos en los que había cesado la tortura de la esperanza, que había
estado ardiendo como si fuera una tea y me abrasaba el sentimiento y la
cordura.
Y sí, llegó el día de ser leídos delante de un público. Los
actores con su excelente interpretación, elevaron lo que había sido mi muerte
en vida a una comunicación entre alma y alma. El silencio se podía cortar. En
la sala se habían acompasado los corazones de cada una de las personas. Ni un
movimiento en la silla. Solo silencio y atención.
Mi corazón desbocado latía por cualquier parte de mi cuerpo;
en los oídos, en la muñeca, hasta en la pantorrilla. Mi respiración se aceleró
marcando el tempo del carrillón detenido en escena. Sentí que me venía un
mareo. Pero aguanté. Aguanté ese infinito tiempo en que oía todo lo que había
escrito con una lentitud pasmosa de metrónomo.
Y sin darme cuenta de nada, me sobresalté al oír los
aplausos del público. Estaba al final de la sala y me era crucial ver la cara
de la gente. No quería compasión. Tenía vergüenza de haberme desnudado delante
de tantas personas.
Me llamaron a saludar y tuve que recorrer el pasillo, entre
aplausos y sonrisas hasta el escenario. Saludar. Volver a saludar. Y entre
saludo y saludo, observar al público que parecía haber disfrutado de la
lectura.
Todo se convirtió en felicitaciones y expresiones de
admiración de lo bien que había sido interpretado y de lo preciosos que eran
los textos. Empecé a estar como en una burbuja llena de irrealidad.
Por la noche, en la cama, cuando me dediqué al repaso del
día, aún feliz por el éxito, me di cuenta que todos esos años de dolor y
desamor, de desesperanza y soledad, habían servido para divertir a un público
durante una hora.
Como decía mi madre: menos da una piedra.
30/5/23
La cuadratura del círculo
Si no es indiscreción, explícame que te pasa. Cada vez que paso por delante de ti te noto apabullada, más concretamente, abrumada. Y cuando te saludo, me contestas un “hola” en tono polvoriento y sordo.
¿Te he hecho algo para que estés así conmigo?
Que yo recuerde, apenas tenemos contacto y siempre te saludo
con cordialidad y simpatía. Es cierto, que no me paro a hablar contigo, pero es
que no nos conocemos personalmente. Solo de cruzarnos en el trabajo o de coincidir
cuando es la hora del desayuno, tú con tu café en la mano, yo con mi coca-cola.
Si nos habláramos sería una conversación banal, utilizando la típica función
fática de ascensor. Poco más. Y yo soy muy poco docta en estas situaciones.
Si trabajaras en un bar y yo estuviera tomando una copa en
la barra, lo mismo sí que te contaría mi vida. Es propio hacerlo en esos
lugares. Pero no es el caso.; si lo fuera, seguro que me saludarías con más cordialidad,
con algo de cariño, cada vez que me vieras aparecer por la puerta, mientras piensas:
“Aquí viene la pobre, a ver qué batallita me cuenta hoy”. Y yo habría ido a tu bar
precisamente porque pensaría que te hace ilusión escucharme.
¿No será que te has enamorado de mí? Eso no puede ser. Si no
nos conocemos de nada. ¿Qué nos habremos cruzado, unas 20 veces este año? Sé
que aún estoy de buen ver —me lo dicen mis amigos— pero, antes de hoy no he
visto ninguna otra señal… y cuando una se enamora, va colmando de señales todo
su alrededor como si fueran anzuelos en un barco pesquero. Porque no se trata
de otra cosa que de pescar.
Ahora que lo pienso, lo que yo he entendido como un “hola”
polvoriento y sordo, lo mismo era uno de esos holas que se sueltan entre la
vergüenza y la inseguridad mientras una va pensando: “¡Tierra, trágame! Muero de
amor y ella no sabe nada. No quiero que me lo note. Sí, sí que quiero. Ay, qué
difícil es el amor”.
Creo que ya lo entiendo todo.
Hoy, nada, porque sería un poco forzado. Pero mañana, si nos
cruzamos, después de mi hola, te besaré. Así disiparé esta tremenda duda que me
has creado.
Estoy contenta porque aún levanto pasiones.
29/5/23
Cabezonería
Me despierto pensando que hace tiempo que no escribo en el blog. Me angustio. Los días pasan tan rápido que me olvido de hacer un montón de cosas que me gustan. Me puede más el cansancio del trabajo y esa extraña atracción que he desarrollado por el sofá.
Antes, con mis insomnios, tenía más tiempo. No me quejo, no
me malinterpretéis, no volvería a ellos. Dormir es maravilloso; prefiero dejar
de cernir sobre mi alma, cosa que me encanta, que volver a dormir tan pocas
horas como antes.
Debo encontrar un momento para escribir en el blog. Me
atenaza la angustia. ¡Ja!, soy optimista y, por lo visto, de orgullo superfluo.
Perdida la costumbre, desisto en seguida de actualizar mi blog como debiera. Me
viene pasando estos diez últimos años. ¿Por qué no lo abandono? ¿Por qué sigo empeñada
en volverlo a levantar?
Ahora me pondré como una loca a escribir cada día para
volver a sentir esa sensación tan maravillosa que percibía por aquellos
entonces, cuando veía que, día tras día, colgaba mis textos en el blog. Pero sé con seguridad que, en breve, se
cruzará algo en mi camino que necesitará de mi absoluta atención y cuando acabe
de atenderlo, irresistiblemente volveré a caer en el sofá y volveré a olvidarme
de su existencia. Me asfixia la angustia.
¿Debo aniquilarlo? ¿Acabar con él? ¿Qué extraño orgullo me
impide hacerlo?
Noto que he perdido la práctica en la escritura. Me cuesta dominar el texto y conducirlo allá donde mi interior quiere. No creo que sea porque el coste sea más doloroso que antes. ¡Qué va! Me siento bastante alejada tanto del dolor como de mis circunstancias. Debo encontrar el camino que conecta mi interior con las palabras. Eso es lo que debo hacer. Una vez establecida la conexión, la comunicación será imparable. Este es el camino. Se disipa la angustia.
Fundido
en negro.