Hay veces que el miedo a la verdad nos hace no nombrar las
cosas por el nombre que tienen. Es más, nos hace pensarlas en abstracto porque
así parece que nada tengan que ver con
nosotras. Y no es que no se acepte la realidad, se acepta, sin lugar a dudas,
lo que ocurre es que no nombrándola es como si no existiera, como si pasara de
largo de nuestra persona.
Esto ocurre siempre que la realidad nos refleja quienes
somos, nos delata alguna faceta escondida de quienes somos, de manera desnuda y
directa, sin velos ni tamices que puedan ayudarnos a digerirla mejor. Entonces,
es conveniente no poner nombre, no hacer presente en el diccionario de nuestra
vida de forma tan clasificada, tan fácil de encontrar aquello que se nos está
mostrando.
Y os diréis, tantos días sin escribir y ahora viene con esta
filosofada. La verdad no sé si vengo o voy o estoy de vuelta, lo único que sé
es que necesito ponerme nombre, porque cuando una no sabe su lugar exacto, se
pierde en esta maraña que son los interiores. Solo necesito un nombre, para que
pueda anclarme de alguna manera a tu vida y saber así el lugar que me toca
ocupar.
4 comentarios:
A pesar de todo, aunque no se llamen las cosas por su nombre para intentar que pasen desapercibidas, acaban saliendo tarde o temprano, no?
el único nombre que necesitas es el tuyo. Luego comparte, reparte, divide y vencerás. Un saludo,
Nola
espero que logres encontrar tu nombre, no es tarea fácil pero merece la pena intentarlo
besos,
Cuanta razón
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