6/8/12

De puertas se trata

Cierro mi puerta a cualquier persona que corra o haya corrido por mi vida. Busco la soledad y la tranquilidad de la que ahora carezco. Nunca me he andado con remilgos conmigo misma, siempre he sabido qué suelo he pisado. Así, que en el silencio de mi guarida, hago estallar el látigo sobre mi cabeza para parar esa vorágine de sentimientos, que descontrolados, me piden explicaciones. No tengo ganas de hablarme. Sólo repito, desde lo más profundo de mi mente, una frase como de si un mantra se tratase: “lo que eres ahora es lo esencial de ti”. De pronto, saliendo de la nada, un enorme rugido empieza a envolverme. Se vuelve atronador y tengo miedo que sea el eco de mi vida. Mi respiración se acelera, se contraacelera y deja de ser mecánica. Con cuidado, me siento en el suelo y me estiro sobre las baldosas. Tengo pánico a dejar de respirar. El corazón late y relate queriendo saltar de mi pecho. Debo poner la mano en mi esternón, duele. Parece como si los latidos se quedaran almacenados en él y se fueran sumando uno tras otro formando el epicentro del desastre. Sudo y se me enfría la piel. Debe ser el helor de la parca que anda cerca. El rugido no cesa, cada vez es más retumbante. Intento recurrir a mi mente. Paradójicamente, es mi propio pensamiento quien me salva de él mismo. Trato de encontrar una ínfima lógica que me resulte balsámica. Pero solo hallo un mapa para una travesía de estupefacción. Un alma intelectiva como la mía sucumbiendo ante el pavor. Nunca lo hubiera dicho. Me armo de valor y me asomo ante el gran abismo de donde viene el rugido. Ipso facto, cesa y me encuentro cara a cara con la soledad. Sus ojos se clavan en los m. Cómo duele su mirada. No me queda otra que suplicar a voz en grito que sea como Medusa y me convierta en piedra.

1 comentario:

Tawaki dijo...

La autarquía nunca fue buena cosa. Si abres esas puertas seguro que te llegan buenas ideas.