Quiero que llegue la albada del olvido, admitir la derrota e
iniciar con la cabeza baja el camino de vuelta a lo que un día fue mi casa. Acercarme
a la chimenea del salón y recordar la lumbre de felicidad de un pasado, que
siempre fue mejor. Bajar la escalera de caracol y sentarme en su primer escalón
para oler la ausencia y el silencio. Desvestirme en tu habitación y con el
pincel de la soledad dibujar garabatos en mi piel; tatuar, con cincel mi
corazón, la historia de lo que un día sentí hacia ti, luego fue hilo argumental
y ahora, pérdida. Cómo brilla el escarnio de la propia insidia mientras araña
el alma cada recuerdo. Cuán ridícula se vuelve mi mirada y se sonrojan las
entrañas cuando mi burla aparece exhibiéndose. Qué lacerada singularidad seguir
viviendo sin ti. El invierno se ha desplomado en mi vida, qué ontológico se
vuelve el vómito de la no aceptación del destino. Tras los pasos tímidos, casi
furtivos de estos días, aparecerá el reproche y la culpa de no haber podido
evitar el beso de la muerte.
3 comentarios:
Aquí estoy.
Un beso
un abrazo
no hay culpas ni derrotas ante el beso de la muerte,l tristemente estamos a su merced...
un beso dintel, y un cariño
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