No voy a permitir que ninguna de mis ideas me someta a una
tiranía mental. Las quiero libres, abiertas, preparadas para asimilar cualquier
cambio improvisto, sin ceñirse a nada ni a nadie, capaces de conducirme a esas
elipses que concentran su propia esencia. Unas ideas que rompan con mis convenciones,
adquiridas, estas, más bien por miedo a vivir y a traspasar la raya, que por propia
creencia. Mis ideas deben tener un papel preponderante en mis creaciones sabiendo
que las limitaciones resulten vitales para crear. Puede que alguna vez tenga
que ralentizar su fluir para poder matizarme dentro de ellas, que no se me ofendan,
es absolutamente necesario para su propia subsistencia. No quiero darles
profusión, no sea caso que se lo crean demasiado y se apoderen de mi mente. Deben
sustentarse por ellas mismas y les permito, por exigencia de su propia
definición, tener el comienzo errático que deseen y acarrear con reminiscencias
de otras ideas primitivas. Deseo que mis ideas tengan la pujanza necesaria para
solventar cualquier largo y tortuoso conflicto que aparezca en sus caminos. Que
se resitúen cada vez que pierdan el Norte, y que su personalidad sea lo
suficientemente intimista como para sorprenderme cada vez que se iluminen. No
me parece demasiado desear que mis ideas funcionen en mi mente a pesar de que
ese pobre y denostado corazón es el que bombea su aliento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario