Ríanse ustedes de Alonso Quijano, que lo que no me pase a
mí, no le pasa a nadie. Me he levantado esta mañana y ya me sentía rara, pero
no soy de las personas que se escanea minuciosamente hasta dar con el epicentro
de la anomalía, ni de las que piensa que algún día les pueda pasar lo que a
Gregorio Samsa. Así que no me he hecho demasiado caso y me he metido en la
ducha; lugar en donde la cabeza vaga lejos del cuerpo y por, costumbre
adquirida, te “higienizas” sin conciencia de hacerlo. Ha sido en el momento de
aclararme el pelo cuando me he dado cuenta de que algo me pasaba. A penas me
mojaba el agua. Si tiraba la ducha más hacia mi espalda, solo notaba que me
salpicaban pequeñas gotas, y si la desplazaba hacia delante, me ocurría lo
mismo. No conseguía notar el chorro de
agua cayendo sobre mí como de costumbre. ¿He perdido sensibilidad cutánea? ¿O tengo
un lupus de esos de los House? La mente es muy traicionera en estos momentos en
los que los nervios se empiezan a apoderar de tu ser y el misterio principia a
crear angustia. ¿Qué me pasa? Necesito mirarme en el espejo.
Mis ojos no podían dar crédito a lo que veían, mi mente no
podía asimilar mi nueva realidad. Nada más lejos de lo que hubiera podido
imaginar nunca: había perdido una dimensión. Sí, sí, así como suena: solo tenía
dos dimensiones, como las cartas de corazones de Alicia. Qué difícil es mirarse
ahora, se pierde la perspectiva. ¿No será que siempre he tenido dos dimensiones
y era yo la que me creía que tenía una personalidad poliédrica? No sé qué debo
pensar al respecto, el pensamiento se me ha vuelto plano y acostumbrada a mover
mis ideas sobre tres coordenadas, ahora con dos me da impresión de
des-ordenadas. Si tan siquiera encuentro mis ejes, y mis hermosos pechos se han
convertido en dos elpipses (perdí la ocasión de circunferencia con la edad) que
equidistan del ombligo y forman un triángulo isósceles. Toma ya dos
dimensiones. ¿Cómo me presente así en el trabajo? “Hola buenas, ahora soy un
plano, que contiene solo dos dimensiones, eso sí, con infinitos puntos y rectas”.
Y me siento en mi mesa a trabajar. Y mis compañeros me miraran boquiabiertos y
ojipláticos sin devolverme el saludo devorado por la sorpresa. Me miraran de
reojo o descaradamente los más cercanos y todos se preguntarán: ¿También tendrá
el encefalograma plano?
¿Quién en estas condiciones podría ir a trabajar? Mejor me
doblo dos veces y me vuelvo a la cama. Porque los sueños, sueños son
(esperémoslo) y sobre planos no hay nada escrito.
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