Cuando hablamos, se me hace mucho más notorio que te añoro y que añoro tu cuerpo. Que, en este, nuestro eterno juego, ya he perdido. Como reza la canción, ganaste al perderme y yo perdí al perderte. Pero, ¿qué escribo?: hemos perdido las dos, tanto, que ya ni nos reconocemos.
Sigo agarrada al madero que me sostuvo durante nuestro
naufragio y, cuando estoy a tu lado, mis pies vuelven a tocar tierra y parece
que nunca hubiéramos quemado nuestro barco. Pero, a la que te vas, sigo aterida
agarrada a ese tablón que ahora es balsa y salvamento.
Me ayudas desde el desconocimiento de ello. No sabes que
eres mi único salvavidas, que solo tu calor puede devolverme el color, la vida
y la sonrisa.
No puedo creer que lo nuestro fuera un cuento más, de esos
que acaban mal, que el olvido entierra en el tiempo. ¿El olvido? Yo no he
podido olvidarte, ni tú tampoco a mí. Te necesito cerca para poder dejar ese tarugo
que me mantiene a flote. Te necesito porque no quiero pensar al morir, que la
vida solo me ha servido para mantenerme a flote. Te necesito porque eres la
única que sabe leerme entre líneas y es a través de ti que me entiendo yo.
No me hagas caso. Son los espejismos que crean los escombros
flotantes del pasado los que me hacen hablar así.
2 comentarios:
La vida seguro que te ha dado más que mantenerte a flote. No deberíamos olvidar lo bueno ni dejar de aspirar a nuevos horizontes.
Sabes, creo que al escribir estos textos, te entiendes bien.
Un beso grande.
Carmela, me entiendo bien, y entiendo en general... Ejem. Beso.
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