En la melodía de la convivencia, Dintel es quién dirige la orquesta. Acostumbrada a llevar la batuta, se mira la partitura del día y prefiere improvisar. Apenas el sol entra a través de la persiana, acaricia el cuerpo de su amada haciendo sonar las primeras notas de la suite lírica, como aquella vez cuando los sentidos de ambas se cruzaron en la orquestada noche. Empieza con el preludio de su mano sobre el pecho, sin prisa por pasar al segundo movimiento, siempre con la misma tonalidad, circular en la armonía, moviéndose en tempo de andante. Después da paso a un solo de labios y un solo de besos, mostrando así el domino de varios instrumentos. Mientras la música empieza a salir del cuerpo de su mujer llenando la habitación de una cálida sinfonía de frases melódicas, cambia el ritmo del movimiento y empieza la segunda danza. Frota el instrumento y teclea concentrada; buscando el crescendo lame la boquilla y hace vibrar la caña. Su derecha toca y su izquierda acompaña y cuando el placer se posa en la tez de su amada, convierte en obstinato las últimas cuatro notas que su izquierda ha tocado. Ante la inminencia del climax musical, reduce de nuevo el tempo, pero sin llegar a la calma. Suenan solo violines y violas que se tocan con el alma, retardando, ma non troppo, el último movimiento. Con un giro de batuta, cambia de golpe la armadura. Tensa las cuerdas del violín oculto bajo el idolatrado vientre de su amada pasando su lengua en un virtuoso glissando que parece que nunca acaba. Andante es ahora el tempo en que suenan ambos cuerpos. Y así pasan las notas de esta improvisada suite, entre negras y blancas sábanas, con sus momentos de corcheas y sudores, jadeos y silencios. Y llegan al movimiento final en donde cuerpo a cuerpo con la percusión de dos caderas a contratiempo, dos triángulos suenan y se acoplan uno contra otro, y dos corazones son los que marcan el allegro al unísono conduciendo la pieza a un inminente final. Dintel, gran virtuosa de la música de cámara, guarda escondido en la última nota de su obra el calderón que sin lugar a dudas convertirá a su amante en una melómana incondicional de su música.
9 comentarios:
Preciosa pieza para el Concierto de Año Nuevo, aunque se haya ejecutado con un par de días de retraso.
Genial interpretación...
Lo que más me gusta es empezar por los preludios, seguir con los adagios in crescendo hacia las sonatas, las cantatas, la música vocal,sin olvidar la música de órgano, llegar al climax fortte de la obra y terminar en un requiem onírico jeje...
Se ve que dominas la materia jajaja...
(GENIAL).
;)
Dintel, te voy a proponer para el concierto de Año Nuevo de Viena.
Feliz 2011.
Un beso
Ese calderón es muy, pero que muy sugerente. Ummmmm..
Que pieza más bonitaaaaa
Feliz año para tí y para tu música
besinossss
¡Sorprendente! ¡Una partitura perfecta!
Nos deberían enseñar desde pequeños a tocar con el alma...
vaya!! qué preciosa pieza, valiente y vibrante (en todas sus acepciones)
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