6/2/11

Impotencia

Qué rara me siento. Pero qué rara me siento. Ayer, un día que extraordinariamente trabajaba en sábado, un día precioso en el que el sol caldeó la ciudad, un día en el que me sentía extremadamente enamorada de ella, le propuse ir a tomar un aperitivo a un emblemático bar de mi juventud. Sentirnos bien, querernos compartiendo silencios, miradas, comentarios. Un aperitivo que se convirtió en comida; unos planes de ir de rebajas a ver qué encontrábamos, sin necesidad de comprar; un vermut bebido a sorbitos y sonrisas.

De pronto, entra en el local una mujer y un hombre, jóvenes ambos, extranjeros, también y se sientan en una mesa próxima a la nuestra. Piden comer, pues les ponen unos individuales de tela mientras que a nosotras nos habían puesto unos de papel. Seguimos con nuestra conversación y no me vuelvo a fijar en ellos hasta que veo que la chica, vestida con un vestidillo de verano, corto, blanco, a topos negros, con volantes en los tirantes a modo de mangas y calzada con unas camperas de las que yo llevaba en mi época de juventud, vuelve del lavabo andando como si estuviera baldada.

—Ha debido follar toda la noche, mira como camina —le comento a mi acompañante.

No recibo respuesta, simplemente nos quedamos las dos contemplando. Cuál no será mi sorpresa al descubrir la zona del pómulo roja como una mala cosa. Y más arriba, sobre la ceja, también. Le miro a los ojos y veo que intenta no llorar. Le habla al hombre pero este ni contesta, ni la mira. A ella le afloran las lágrimas y se las seca con la punta de la servilleta. Descubro que cubre sus piernas con el individual blanco. Continúa hablando con el hombre y este continua pasando, sentado de la forma más chulesca que puede apoyando los brazos en el respaldo de la silla contigua y vacía. Le siguen saliendo las lágrimas.

Nosotras ya nos vamos. Estoy convencida que es un caso de malos tratos. ¿Qué puedo hacer? Me voy mientras les sirven unas cervezas de barril, él, una jarra, ella una caña.

Me siento rara y no me lo quito de la cabeza.

13 comentarios:

Blau dijo...

Dintel, lamentablemente no puedes hacer nada. Lo sé, es increible.

Un beso

farala dijo...

tiene que salir de ella el ponerle fin; es así de triste.

Raquel dijo...

Es difícil verlo y saber que no podemos hacer nada. Puag!

María dijo...

"No todo el universo llora a la misma vez".

Anastacia dijo...

Una persona demasiado cercana a mi sufre de malos tratos y es como lo dicen todos, no se puede hacer nada, la decisión es de ell@s

Candela dijo...

No es mucho lo que se puede y ya no sé incluso si se debe.

Anca Balaj dijo...

Si ella no quiere salir de ahí, no se puede hacer nada.
Desde fuera, lo único que podemos hacer para que esto no ocurra es lo de siempre: educar bien, para que no se llegue a esto.

Sandra Sánchez dijo...

Cuantas veces contemplamos las desgracias ajenas tan cercanas y tan a años luz a la vez...

Pena Mexicana dijo...

jo, qué ganas de que esto también sea ficción

Tawaki dijo...

Es muy triste, pero hay demasiados ejemplos de mujeres que no quieren que se haga nada.

¿Hasta qué punto debemos intervenir y rescatar a quien no quiere ser salvado?

Otra cosa sería si pidiera ayuda, pero se te queda un mal cuerpo...

Santa dijo...

http://www.apramp.org/apramp.asp

Si son extranjeros...¿Cómo va a pedir ayuda?

Irreverens dijo...

uf...

illeR dijo...

Joo, espero que esto sea inventado, aunque lo duro es que aunque si lo sea es real para muchas mujeres... uff, que mal cuerpo se me ha quedado...