27/10/15

El empujón

Te veía llegar cada tarde derrotada. Cerrabas la puerta despacio, acompañándola con la palma de la mano y apoyabas la frente en ella un rato. Supongo que el frescor de la madera te hacía bien. O quizá necesitabas energía y este simple gesto te recargaba. Tú no lo sabes, pero desde que descubrí por casualidad que hacías, cada día te observo. Me enternece ver este pequeño momento de debilidad. Tú que eres tan fuerte. Tan decidida. Que puedes con todo.
Te dije un día:
─Deberías buscarte un trabajo. A parte de que entrará un sueldo más en casa, te vendría bien no estar tan ociosa y deshacerte un poco de las responsabilidades del hogar. Nuestras conversaciones, ahora, no van más allá de las aventuras y desventuras de nuestra estimada Rumba. “Que si hoy se ha metido debajo del sofá y no ha podido salir.” “Que si ha arrastrado la pared virtual y no ha servido de nada ponérsela.”
─Te estás burlando ─me contestó parándose en seco.
─No, no. No me malinterpretes. Creo que una persona tan inteligente como tú necesita seguir desarrollándose y encerrada en casa no creo que lo puedas hacer.
─Intenta arreglarlo ahora…
Y así quedó nuestra conversación. Al día siguiente se duchó, se arregló y desayunó conmigo. Salimos de casa juntos y regresó a casa más tarde que yo, cuando ya empezaba casi a anochecer.
─No ha habido suerte ─me dijo.
Un día tras otro la misma rutina. Hasta que dejó de anunciarme que, como cada día, no había encontrado trabajo alguno.
Así fue pasando el tiempo. Ella cada día más seria, más cansada, más desesperanzada. Por fin llegó un día, un año y pico más tarde que entró radiante, cerro de un golpe la puerta y me dijo desde la entrada:
─Hoy sí que ha habido suerte.
Se fue directamente a la habitación a cambiarse. Aproveché para descorchar una botella de buen vino y llené dos copas. Cuando salí de la cocina con una copa en cada mano me la encontré en el pasillo con una maleta en cada mano.
─Gracias por el empujón.
Se dio media vuelta y se fue.
Ahora soy yo quien cada día vuelve a casa, cierro la puerta despacio y apoyo la frente en ella durante un buen rato.

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