Estaba convencida que no volvería a tener ningún tipo de
relación amorosa más. No porque pensara que la vida no me la iba a
proporcionar, que creo que lo pienso un poco, si no porque era yo la que
escarmentada, no quería volver a encontrarme en esa situación. Pero por mucho
que luches contra algo, si lo llevas genéticamente grabado, acaba ganando sin
esfuerzo.
Intentaba convencerme de lo feliz que soy, viviendo en la
soledad de mi casa, haciendo mis estudios solitarios, mis paseos solitarios,
mis visitas a museos solitarios y mis escapadas a un japo, u otro restaurante,
los domingos al mediodía, en solitario, cual señora mayor que vive sola; solo
me faltaba ir a una “rosticería” a comprarme comida hecha (a un pelo he estado
de ello).
Pero, desde hace unos días, me he dado cuenta de que por
mucho que quiera convertirme en un ser asocial, no lo soy, y que necesito
compartir mi vida con alguien. Y, estúpidamente, desde que he tomado conciencia
de ello me siento feliz. Me tengo que ir diciendo: “para el carro, que una cosa
es lo que tú quieras y la otra es lo que puedas lograr”.
¡Qué pereza empezar de nuevo con alguien!, dicen mis células
cada vez que las intento convencer de lo contrario. ¡Qué pereza aprenderte los
gusto de otra!, dice mi sexo cuando intento animarlo para que despierte. Así
que lucho contra mi ser, literalmente: quiero una hermosa y tranquila vida en
pareja.
Únicalectora me anima todo lo que puede para ello. Vamos,
piensa que debo salir de mi planeta burbuja y volver al mundo real. Y claro, ya
se sabe lo tenaz que puede ser. Y si no lo sabéis, ya lo sabréis. ¿No conocéis
la famosa frase de Arquímedes?: dadme una Únicalectora y moveré el mundo.