8/7/10

El mecánico de cuentos

El otro día sonó el interfono de casa y como siempre no le hice caso. No me suele visitar nadie de improviso. Continué fregando el bol del desayuno como si no hubiera oído nada. Tenía sueño. Bostezaba constantemente mientras se me llenaban los ojos de lágrimas después de cada bostezo. La noche anterior me había ido a dormir tarde, no conseguía acabar una historia que estaba escribiendo y no lo conseguí. Me sentía cansada y somnolienta, de gesto lento y mente aletargada.

A los pocos segundos, volvió a sonar y, esta vez, el timbre me pareció más insistente que antes. Se le apreciaba más ímpetu, sonoridad y algo de enfado por no haberle hecho caso antes. Se plantó sobre el estropajo enjabonado obligándome a dejar este en la pila, a enjuagarme las manos y secármelas para atender el dichoso interfono. Qué harta me tenía el correo comercial.

−¿Sí?

−Buenos días. La luminosidad del día es favorable y la humedad la correcta, elementos importantes si queremos que las palabras fluyan a nuestro favor.

−¿Perdone?

−No me he presentado. Me llamo McCuen y soy mecánico de cuentos.

−Ya, pero yo no lo he llamado.

−No. Pero me necesita.

Ante tal obviedad, abrí y le invité a subir a mi piso. Esperé que llegara el ascensor a mi rellano con la puerta entornada, quería ver el aspecto que tenía el señor McCuen. No están los tiempos para irse fiando de los desconocidos. De todas maneras, su voz a través del interfono me había sonado muy agradable, invitando a la confianza.

¬−Por aquí, señor McCuen −le dije abriendo la puerta de par en par al ver que su aspecto era totalmente inofensivo. Se trataba de un viejecito, calvo, con dos islas de pelo sobre las orejas. Detrás de unas gafas de concha totalmente pasadas de moda, se le podía ver unos ojos vivarachos de mirada cordial. Llevaba un macuto colgado del hombro y vestía pantalón ancho y un alegre chaleco de colores.

Entró en casa y directamente caminó por el pasillo hasta la habitación dónde tengo el ordenador. Lo encendió, buscó el cuento en la carpeta adecuada y una vez tuvo el documento abierto, sacó de su macuto una cajita de frases hechas. Buscó un par, las que creyó oportunas y las hilvanó entre los primeros párrafos. Luego, volvió a rebuscar por su macuto y sacó una especie de tela de satén, la desenrolló con mucho cuidado y buscó unos cuantos adjetivos. Con mucho cuidado, los anudó uno por uno detrás de unos sustantivos sueltos que flotaban por encima de mi texto. Sacó de su macuto una especie de sarmientos y me los dio.

−Ahora te los iré pidiendo y tú, con cuidado de no darme dos en vez de uno, me los irás dando. Es muy importante este momento pues no debo dejar ningún cabo suelto. Si fuera así, el cuento nunca funcionaría.

Viendo cómo trabajaba fui consciente de lo roto que estaba mi cuento y, que sin su ayuda, nunca hubiera podido funcionar. Escribir no era lo mío estaba claro y tomé la decisión de no volverlo a hacer.

−Perfecto, esto ha quedado perfecto −me dijo orgulloso después de leer el cuento entero en voz alta.

Le ofrecí un café y lo aceptó encantado. Me estuvo explicando sobre todos los cuentos que había arreglado en el mundo y del trabajo que aún le quedaba por hacer, pues cada día aparecían nuevos cuentistas incapaces de anudar bien un cuento.

Cuando se fue, me senté apresuradamente delante del ordenador a releer el cuento que tan bien había quedado. Sólo después de hacerlo, me di cuenta de que junto al teclado, olvidada, estaba la cajita con la frases hechas, también la tela con todos los adjetivos cuidadosamente prendidos y el buen manojo de sarmientos que me había hecho sostener.

5 comentarios:

Blau dijo...

Dintel, le preguntaste al Sr. McCuen mecanico de cuentos si tenía "facebook" digo, en caso de que lo vuelvas a necesitar.

Un besito!

Sandra Sánchez dijo...

Mecánico de Confianza EN TI MISMA más bien no?...jeje
;)
(muy bueno)

Anca Balaj dijo...

Qué bueno, Dintel! Me ha encantado tu cuento. El problema es que ahora quiero más.

Victoria Dubrovnik dijo...

Gran cuento :). Felicidades!

Ico dijo...

Me gustó el personaje a lo Dickens, bonito cuento, pero ay,, si todo fuese mecánica¡¡ cada uno tiene que ponerle luego el alma..entonces estaríamos hablando de otro cuento, el de Pinocho.