1/1/19

2019


2019. Ayer, me costó mucho dormirme y eso que estaba agotada. Me había pasado la tarde guardando mi vida pasada en el altillo y vaciando estanterías para tener espacio para lo que pueda venir. Me acosté con la casa preparada para recibir al nuevo año. Me acosté feliz.

No tardé en descubrir que desempolvar cosas pasadas conllevaba a hacer presente recuerdos que ya tenías más o menos aparcados. Fue como si abriese la caja de Pandora y saliesen todas mis frustraciones, mis intentos y fracasos y mis deseos no cumplidos.

Quise controlar el pensamiento pero ocurrió todo lo contrario: este se apoderó de mí. Mi estado de ánimo, que ya no era exultante, empezó a virar hacia una tristeza profunda, calmada y sobre todo aciaga. Al principio estuve inmóvil, dejando que la pesadumbre me chafara contra el colchón. Luego, me invadió una comezón de intranquilidad confiriéndome una incomodidad que me llevó a no encontrar la postura que necesitaba para conciliar el sueño. Al final, como siempre, el cansancio del día y la noche me durmieron.

Hoy he abierto un ojo, despacio, muy atenta a lo que pudiera pasar. Todo está igual. Nada había cambiado. Después de tantos años cambiando de año debiera saber que esto del “borrón y cuenta nueva” no es algo que te venga de fuera. En fin, otro año para sobrevivir.

No hay comentarios: