27/3/10

Ahí voy!

Bueno, ya está. El paso fue dado en su momento y ahora ya tengo el primer capítulo de la novela escrito. Un capítulo que me parece escueto, lleno de errores y sobre todo, un capítulo en el que describo poco los lugares en los que se halla la protagonista. Me he puesto como deberes leer algunos capítulos primeros de libros que me hayan gustado para ver cómo concatenan los hechos.

Ayer estuve hablando con gente del mundillo y me dijeron: tienes que dejar crecer a los personajes. Estoy totalmente de acuerdo con ello, pero mi problema principal es cómo alimentarlos para que se produzca ese crecimiento.

No sé si acabaré este proyecto, y si lo acabo no sé si será algo redondo o algo que no se sabe por dónde coger, pero de momento, me llena, me ocupa la mente (como si no la tuviera ocupada del todo por otras cosas) y me produce un enorme placer. No puedo pedir más.

23/3/10

Ordeno y mando

Cómo me he reído. Pero no en forma física, si no mental. Me sonreía la mente imaginando la situación.

Poco tengo que decir de esta escritora. Voy leyendo, poco a poco, todos sus libros. Este, que me recuerda algo a la Cantante Calva, y se lee con la misma celeridad que esta, lo he disfrutado. Es totalmente visual y absurdo y no hay cosa que me guste más que me cuenten una historia absurda desde la más absoluta de las normalidades.

Quiero copiar aquí abajo un trozo que considero que coincide con uno de mis sueños. Lo digo por si alguien prefiere no leerlo pues piensa hacerlo directamente del libro. El interés de copiarlo es para poderlo leer cada vez que me apetezca sin tener que recurrir al libro.

"Me condujo hasta el sótano, formado por varias habitaciones espaciosas y repletas de cajas de contenido misterioso. Flotaba en el ambiente ese olor que tanto me gusta, compuesto por una mezcla de delicados mohos, polvo antiguo, oscuridad y secreto: un olor a bodega. Se me saltaban las lágrimas.

−No es lo que nos interesa −dijo Sigrid−, pero aquí tenemos la cámara frigorífica.

Había increíbles provisiones de jamón, quesos, legumbres, cremas, salsas: comida para alimentarse durante meses.

(…)

Abrió una puerta. Vi una piscina de unos treinta centímetros de profundidad, ancha, llena de agua atestada de cubitos de hielo, de la que extendiéndose hasta el infinito, sobresalían los golletes de botellas de champán. Parecía una inundación en la era glacial que hubiera invadido la tumba de ese emperador chino que se había hecho enterrar junto a miles de estatuas guerreras con la efigie de su ejército.

−Incleíble −murmuré.

−En cualquier momento del día o de la noche hay champán a temperatura ideal.

−¿Cuántas botellas hay aquí?

−No tengo ni idea. Una máquina se encarga de mantener la corriente y de regenerar el agua de los cubitos de hielo. Las botellas no deben estar demasiado juntas para que lo9s cubitos puedan circular.

(…)

−Cuando pulsas el botón correspondiente al champán deseado, las botellas se iluminan. Roeder 1982, por ejemplo.

Pulsó la tecla correspondiente. Aparecieron varias botellas , aureoladas de una luz verde jade.

−Si pulsas todas a la ves…

La piscina se volvió todavía más mágica, dejando entrever una anaranjada superpoblación de Veuve-Clicquot, el azulado y pálido estallido de Dom-Pérignon, los violáceos islotes del Krug.

−Un sistema de ventosas mantienen cada botella en pie, a distancia unas de otras. La piscina es larga y estrecha, un pasillo la rodea para facilitar el acceso a cada caldo. ¿Cuál desea tomar?"

21/3/10

Insomnio del alma mía

Me encantan mis noches de insomnio. Despertarme sin sueño al cabo de unas horas de estar durmiendo y descubrir que, puedo pasarme un buen rato delante del teclado, en el más absoluto de los silencios y más tarde volverme a meter en la cama, porque la noche, aún es joven.

Me encanta saber que mi cama sigue caliente y que al volver de nuevo a ella, el calor de su cuerpo durmiendo despertará mis deseos de hacerle el amor. Y suavemente, mi mano y mi boca, empezará a recorrer su cuerpo para irle arrancando poco a poco el sueño y sustituirlo por placer.

Me encanta el olor que aparece al mezclarse el deseo con lo ajeno de la ensoñación. Me encanta cuando se despereza y sin abrir los ojos me atrae hacia sí. Es el momento en que sé que no habrá vuelta atrás, porque mi proximidad puede más que Morpheo.

¡Benditos insomnios!

20/3/10

Pedantemente, lo sé

Todo lo que quiero es lo que tengo. Nunca he sido ambiciosa, ni he querido algo imposible de obtener, ¿para qué?, prefiero vivir con los pies en el suelo y la mente bien despierta. Soy de las pocas personas que se considera feliz, eso da rabia, lo sé, pero es que aprender a vivir es tan fácil como la vida misma, ¿o es la misma vida la que se encarga de no dejaros serlo? Alíate con ella, es la única manera de sobrevivir, o sea, vivir por encima. No hacen falta más palabras.

Besos.

¡Qué os vaya bien!

18/3/10

Si es que era un genio...

En una ocasión Marilyn le dijo a Einstein:

−No opina, profesor, que deberíamos tener un hijo juntos; así el niño tendría mi apariencia y su inteligencia.

Einstein respondió:

−Lo que me preocupa, querida señorita, es que el experimento ocurra al revés.

16/3/10

Asesinato en la Renfe Express

Era una mañana como cualquier otra, los pasajeros viajaban poseídos por el sopor del traqueteo y dormitaban en un silencio casi sepulcral. Bailaban al unísono la coreografía que les marcaba el movimiento del tren. Ahí, entre esos pasajeros me hallaba yo, luchando contra el sueño de esas primeras horas para mantenerme atenta a los apuntes que estaba leyendo.

A penas levanté la mirada para ver quién subía en una de las primeras paradas que hicimos. Una chica alta, con un abrigo de color marrón claro, de pelo negro se sentó ante mí, ocupando el único asiento libre cercano que quedaba. No le hubiera dado más importancia, ni me hubiera acordado de ella si no fuera por su aportación al viaje.

De nuevo, metida entre palabras, leyendo sobre estructuras y tramas, noto que mi concentración empieza a cambiar de objetivo. Un ruidito salivoso de chafamiento de chiclé entre dientes se estaba apoderando de mis pensamientos de una forma rápida e irremediable. Levanté la vista de mis papeles para observar que la chica mascaba de forma casi compulsiva, con la boca abierta y dejando que la saliva explotara en el paladar a cada movimiento de mandíbula. Vio que la miraba, pero no se dio cuenta del porqué y continuó escuchando música en su mp3 ó 4, como si nada.

Como una obsesión, fue creciendo ese sonido en mi interior de manera que ya fui incapaz de seguir leyendo o de que mi mente tuviera otro tipo de pensamiento. Con cada masticada, me iba enfureciendo y sólo conseguía que el ruidito fuera más patente en mí. Observé que no era la única que le enviaba miradas furibundas a ver si se daba cuenta de que algo estaba molestando. Pero ella ni caso, cogió su mp3, ó 4, y aumentó su volumen poniendo cara de satisfacción por la música que había empezado a sonar. Y para celebrarlo aumentó la velocidad de masticación, haciendo mucho más insoportable su presencia.

Desde aquel día, hace ya unas semanas, cada mañana sube al tren con la misma orquestación. Si el tren fuera más vacío, no tendría inconveniente en cambiarme de asiento, pero como no tengo esa suerte, me dedico, junto con otros compañeros de viaje, a asesinarla con la mirada más furibunda que puedo poner. Si las miradas matasen, a esa mujer la encontrarían acribillada.

13/3/10

¡Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy!

Ayyyyyyyyyy! Ayyyyyyyyyyyy! Y otro, ayyyyyyyyyyyyy! ¡Qué noche la de ayer! No es que tuviera mono, que después de tanto tiempo hasta te olvidas de esas sensaciones. Tampoco es que me apeteciera, pues mi adaptación a la vida es tal que mis añoranzas no son más que meras terapias. No fue más que una decisión de: qué frío hace en casa, mejor me voy. Y ahí que fui, cansada a la par que derrotada por una estúpida semana más en mi vida llena de conflictos familiares (necesitaría una palabra, una sola palabra que contuviera el significado de “conflictos familiares”, digo, por economía de lenguaje) y de trabajo de arriba a bajo, como diría mi amiga Fuertes, Misdeisi, en este caso la presente, llamó a una amiga joven y jovial que la sacara a pasear por el ambiente. Esta a su vez, llamó a otra hidalga de cuya edad no quiero acordarme, pues no ha mucho que nacía, y juntas que no revueltas nos fuimos de ambiente.

Eso sí, antes Misdeisi y su amiga joven se fueron a cenar a un mexicano, una de mis debilidades. Nachos sonora y fríjoles de la olla, acompañados de una cerveza bien fría fueron engullidos entre charlas y risas. Como postre un suculento Margaritha servido casi en una pecera. De ahí, a juntarnos con la tercera en cuestión y derechas al ambiente.

Hacía dos años y pico, largos, que Misdeisi no pisaba un local de semejantes índoles, es decir, ese maravilloso antro en el que en otras ocasiones tan bien me lo había pasado y que, todo tengo que decirlo, tantos recuerdos y añoranzas me produjo nada más poner un pie en él.

Sólo traspasar la primera puerta apijamada, cosa que le confiere la clara adjetivación de nocturno, y permitir que su típico olor poseyera inclementemente mis fosas nasales, apareció por mi mente ese silencioso desfile que exclusivamente los recuerdos son capaces de hacer. El olor a ambientador luchando con la incrustada hediondez de la nicotina de demasiados años de existencia de ese lugar permite que cualquier persona que haya estado una sola vez en ese local, si la vuelven a llevar con los ojos cerrados sepa perfectamente dónde se halla.

El caso es que estuve riendo, bailando como un loca (como lo que eres, pensarán algunas) y hablando o luchando por hacerlo con el atronador altavoz. Bailé con dos chicas que no conocía de nada, ambas se disculparon a mitad de canción, así, como dándome a entender que no sabían bailar. El caso es que saqué mi mejor sonrisa de “pues, sí, aquí plantada en medio la pista pero no pasa nada, tengo otros hobbies”.

Una noche genial, la verdad. Eso sí, hoy… ayyyyyyyyyyyyy! Ayyyyyyyyyyyy! Ayyyyyyyyyyy, que una no puede hacerse mayor. Me he despertado de sopetón porque un monstruoso recuerdo me ha atravesado el pensamiento y antes de abrir los ojos ya estaba suplicando, “por favor, que no haya sido más que un sueño”. Ayer, cuando llegué a casa y me desvestí, intentando dejar la ropa en el lado opuesto de mi habitación, pues se hallaba impregnada del maravilloso perfume del que antes he hablado, me dirigí al cuarto de baño a lavarme los dientes y cuál fue mi sorpresa al abrir la boca para introducir el cepillo y entre los incisivos superiores y algunos inferiores, encontrar restos de frijolillos, los cuales, sin lugar a duda, me habían acompañado en todas mis entrañables sonrisas de aquella noche. En el momento del cepillado, gracias al dios Havana, me pareció hasta divertido, pero al despertarme, he despotricado con rabia. Una no puede hacerse mayor, tendré que hacerme una lista de todo lo que debo controlar y lo primero que apuntaré es: atención con la retirada de encía. No me extraña que me dejaran plantada en medio de la pista, si es que el asunto frijolillo asusta un montón. Por otro lado, si hubiera sido un haba, incluso podía llegar a pasar por un empaste… pero, ¿un frijolillo?, con su maravillosa piel de color marrón. En fin, prefiero no pensarlo.

Cuando he puesto un pie en el suelo, casi me muero de dolor. Los tobillos manifestaban su falta de costumbre al baile y por otro lado, uno de los gemelos llamaba la atención con una especie de pinchazo continuo. La boca seca a rabiar ha hecho que me amorrara a una botella de agua, hasta tal punto que luego no me podía mover por tener el estómago encharcado. Mi cabeza hacía notar todo su mecanismo como protesta de “bebiste, falta dormir”. Así mismo he tomado conciencia de omoplatos, cadera, ingle izquierda y alguna que otra costilla que se divertía entre agujetas.

¿Dónde ha quedado aquel salir de juerga en el que cuando volvías te metías entre pecho y espalda los restos de comida que hubieran quedado sobre el mármol de la cocina, ahora, un trocito chorizo, ahora, un corrusco de pan, ahora, paté sobre una tostada y después de dormir la noche te levantabas igual que Esther Williams saliendo de la piscina, no de mojada, pero sí de bien puesta? ¿Eh? ¿Dónde ha quedado eso?

Nota: Este post se ha empezado a escribir sobre las ocho y media de la mañana y ahora, a las diez y un minuto de la noche se ha acabado. Está escrito entre múltiples siestas sanadoras y descansos sofáticos. Y yo, como Nostradamus, o sea, premonizo que hasta el dos mil ciento y tantos no vuelvo a salir por el ambiente. Ah, y aviso, este texto va sin corrección, sólo faltaría ahora tener que volvérmelo a leer.


Volverá la oscura golondrina
del ambiente sus garras a probar...
(Conocidísima, doy fe)

11/3/10

Qué noche!

Cuando en tus sueños se mezclan tus obligaciones, duermes la vida sin descanso.

10/3/10

Decisión y empuje

A veces meterse en un proyecto es meterse en camisa de once varas. Pero, claro, es la ilusión, el reto, o mejor, en mi caso, la ilusión del reto, el motor que impide declinar la participación en el último momento en que se podía rechazar. Y aquí estoy yo, con los pies y las manos metida, casi caída de bruces, en este proyecto, y en el otro, y en el otro.

No sé si daré abasto, no se si conseguiré los objetivos propuestos, pero me siento segura de mí y con ganas de empezar en ellos. Aunque, todo hay que decirlo, tengo un maravilloso cayado en el que apoyarme, que espanta todos mis miedos y al que, cada noche, puedo regresar a llorar mis fracasos y a compartir mis éxitos. Amor, contigo la vida es mucho más fácil y asequible.

7/3/10

Secuela

"Lo único peor que perder el amor de tu vida es ayudarle a encontrar el suyo".

6/3/10

A la caza del amor

Me encantan estas rachas que a veces aparecen en mis lecturas con las que consigo gozar con varios libros seguidos, uno tras otro. Lo normal en mí, es que cuando he leído un libro que me ha gustado mucho, el par siguiente que venga, o alguno más, no me llegue a gustar tanto. Pero esta vez estoy en racha: cinco o seis seguidos. Me siento feliz por ello y ello me hace estar exultante y, sobre todo, me convierto en una ferviente aconsejadora de libros; no paro de hablar de ellos y se los recomiendo a todo el que se cruza en mi camino. Con la gente cercana me atrevo a más: les coloco el libro entre las manos y les ordeno: “léelo”. Mi poder de convicción es tal (o es mi estatus de autoridad tal) que se lo leen sin rechistar para acabar siempre con la misma frase: “Me ha encantado, ¿se lo puedo dejar a Fulanita?”. Y yo sonrío y asiento con la cabeza, pues por tonto que parezca, esto me hace feliz.

La historia que se nos explica no es más que una excusa para poner en juego unos personajes perfectamente definidos (sobre todo la protagonista) El sentido del humor de la escritora está puesto en boca de la narradora, una narradora personaje, a veces presente y otras, ausente.

Lo que no me ha gustado del libro, bueno, de este y de cualquiera que haga lo mismo, son los trozos escritos en otro idioma (en este caso, francés) y que no están traducidos. Me parece muy bien que frases en otro idioma confieran un carácter especial a la historia, una atmósfera concreta, pero no cuesta nada poner la traducción al pie de página. Y sí, soy consciente que no debe haber pérdida de información, pero… sencillamente, no me gusta leer sin enterarme.

Por lo demás, un libro que me ha servido para descubrir una escritora de la cual quiero leer más.

5/3/10

Sigo dándole vueltas

Cómo me gusta llegar a las entrañas de las teorías. A pesar de que la narratología no es una ciencia exacta y de que ni seguro que es una ciencia, a pesar de que a mí me gusta considerarla así, a pesar de que toda su teoría sale de la múltiple práctica, me encanta leerla y que me desmenucen los textos para ejemplificarla. También me gusta, que según el autor, utilice una terminología u otra, que aún no se haya llegado a un SI (Sistema internacional de medidas), para podernos entender bien. Y lo que más me gusta es que la mayoría de conceptos, las personas que escriben, ya los utilizan por intuición. Eso me maravilla.

Lo que me inquieta es el ritmo del texto, que según he leído últimamente, viene marcado por la escena, el resumen y la descripción. Hasta aquí muy lógico. Ahora la gracia está en la combinación de estos elementos para formar la melodía que debe acabar siendo la novela. Bien. Teóricamente, muy bonito. Si sigo avanzando en la teoría, me dicen que si una novela no me acaba de convencer hay un tanto por ciento elevado de probabilidades de que la culpa la tenga el ritmo; ahí ya me coge el miedo. Como no me dan fórmulas mágicas sobre el ritmo y lo dejan bajo el cargo de mi intuición, (la cual creo que no está demasiado entrenada para ritmar nada), me da miedo tener que empezar a analizar novela tras novela hasta descubrir el funcionamiento de estos “compases”, y me da una pereza… Creo que la poesía es más matemática, y sigo pensando que soy más Einstein que Delibes.

4/3/10

Libro de familia

Nos amamos y cómo dos personas que se aman, nos planteamos la descendencia.
−Si es niña se llamará Retórica.
−Vale.
−Aunque no es un nombre que se use en mi familia.
El comedor con todos sus muebles y objetos nos observaba impasible mientras nosotras hablábamos de futuro.

3/3/10

El cielo es azul, la tierra blanca. Una historia de amor

Me lo recomendaron, es más, me lo pusieron en la mano cuando entré en la librería. Dudé. Dudé mucho si llevármelo. “Enséñame otro”, le iba pidiendo al librero. Me daba mucha pereza leer un autor japonés, porque me suelo perder en sus costumbres, casi del todo desconocidas para mí, y en sus nombres no traducidos y escritos en cursiva. Siempre me quedo con la sensación de que me falta información para imaginar la atmósfera que me recrean.

La historia me ha gustado, así como la manera de contarla. He visto belleza en todo momento, incluso las borracheras son narradas sin perder ese halo coral propio de la escritura japonesa (al menos la que yo he leído). Sí el libro me ha gustado, el final de forma conclusiva me ha encantado, creo que ha sido la guinda, esa que confiere la profundidad a todo un sabor.

2/3/10

Predestinación

Nací para hacer algo grande, lo sé. No me lo dijo mi madre en ningún momento, como a veces suele ocurrir. Nací con el conocimiento absoluto de ello, como si en mis genes estuviera escrito.

Va pasando el tiempo y cada vez que hago algo me pregunto, “¿es grande?”, la respuesta es siempre la misma: “no” o incluso algunas veces, “no lo suficiente”.

Lo bueno de estar segura que un día haré algo grande es que no dejo de hacer ni un momento. ¿Será eso algo grande? No quiero saber la respuesta, con seguir haciendo soy feliz.

1/3/10

Armarios

Empezó la camisa a acariciar una camiseta que usada un par de horas y colgada en una percha emanaba olor a colonia. La camisa, tímida en su gesto, acercó el puño como si casualmente le tocara la manga. La camiseta sorprendida no se apartó, al contrario, sintió ese tacto tan deseado desde hace tiempo y acercó su percha a la de ella. Los botones desabrochados de la camisa entraron en contacto con el escote de la camiseta y ambas sintieron que el rubor les subía entre hilos y costuras, mientras las sisas se dejaban arrastrar por tal nuevo placer. No pudiendo aguatar más el deseo, se acercaron los gastados vaqueros a los pantalones negros bien planchados. Con cuidado extremo acariciaron, con cariño, la raya de la pernera con tiento de no arrugarlos, como si el acercamiento quemase. Pero el primer contacto resultó algo brusco, cosa nada ilógica, pues aquellos estaban lavados a la piedra y poco sabían de planchados. Entonces fue el pantalón planchado quien se acercó a abrazar al tejano. Lo rodeó con los dos camales fundiéndose en un abrazo de amor y de deseo, besando las trabillas y confundiéndose los bolsillos, con el tiro húmedo por la apetencia del amor, mientras ambas cremalleras llevaban al éxtasis su tacto.

Una desconocida y preciosa historia de amor que cada día sucede en el fondo de algún armario.