Nunca había dado su brazo a torcer, desde pequeña gobernó sus circunstancias desde una gran rigidez mental. Era incapaz de ver las cosas desde otra perspectiva que no fuera la suya. Sabía muy bien como realizar sus ideas sin tener que imponerlas, convenciendo a los demás y convenciéndose, aún más, ella misma. Creció y se universitó de la misma manera. Pisó el mundo laboral desde su inflexiva muralla y su intransigente rigurosidad. La gente pasaba por su vida y sólo los que sabían ver más halla de su barbacana permanecían a su lado. Un día, viendo la soledad arraigada a su alrededor, doblegó esa rigidez y empezó una nueva andadura.
Es el viaje más largo de los que tengo conocimiento.
7 comentarios:
Interesante, este escrito me recuerda a alguien.
Ufffff,siempre hay que probar la cara B,verdad? ;-)
Espero que fuera pronto...
¡Qué susto, creí que hablabas de mí!
:P
Nunca es tarde para un cambio (...¿o sí?...).
;)
Las rigideces, es que son muy malas, que lo sé yo.
hay algo sorprendente en estas letras....pero, conociéndote...
Muakisssssss
Encarna
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