Llevaba mucho tiempo insistiendo que quería que la paseara en moto, pero me resistía, bien, bien sin saber por qué, y, hoy, cuando se ha plantado ante mí, sobre el borde de mi yogur, con las patitas juntas como si de un rezo se tratara, con cara de “échame algo, paya” y me lo ha vuelto a pedir, he claudicado. Se ha puesto tan contenta que ha bajado a la mesa de cristal y, saltando de alegría, me ha ido dejando unas huellas de cremoso de fresa Vitalinea cual sus propias cagaditas.
Así que tras recoger la mesa, ducharme y arreglarme, me he puesto la chaqueta y la bufanda y hemos bajado a la calle. Mientras me ponía el casco y descandaba la moto, la Mosca Estremecida, sentada sobre el asiento, escuchaba con toda seriedad lo que le estaba diciendo. A mí me entra la risa porque siempre que le hago una concesión se porta exageradamente bien para no hacerme enfadar y que se la retire.
–Te vas a poner entre uno de los dobleces de mi bufanda y te vas a agarrar con tus seis patas a ella y no te soltarás ni un momento. Ni me hables, que me puedes distraer. Ni te muevas, que no quiero ningún disgusto. ¿De acuerdo? –le digo de la manera más seria que puedo.
–De acuerdo –me contesta ella levantando la pata derecha a modo de “te lo juro”.
Total, que me siento en el moto y, mientras la pongo en marcha, se coloca en el pliegue de mi bufanda, expresamente doblado para ella. Compruebo mirando en el retrovisor izquierdo que está cómoda y segura. Saco dos grajeas de Trident de mi bolsillo; siempre que conduzco masco chiclé por prescripción facultativa, me ayuda a que mi bruxismo no me agarrote las mandíbulas, protegiendo, con ello, mis dientes.
Empezamos a circular. En el primer semáforo en rojo, le pregunto qué tal va y me contesta que estupendamente, que le encanta. Voy sin rumbo fijo; más tarde he quedado con una amiga, pero ahora quiero darle un buen paseo por Barcelona. Después de más o menos un cuarto de hora, me pide que pare y lo hago en el primer vado que encuentro.
–¿Puedo sentarme en el retrovisor? Me cogeré muy fuerte, te lo prometo –me suplica con la emoción de la aventura que está viviendo.
–Me da miedo, puedes salir volando con la velocidad y hacerte daño.
–Pero tu ya sabes que las moscas tenemos mucha fuerza en las patas, además, si somos capaces de caminar por el techo sin caernos, también somos capaces de aguantarnos en un retrovisor.
–Bueno, tú sabrás de lo que eres capaz –le he contestado harta de tanta discusión, pues sabía de antemano que acabaría haciendo lo que quisiera.
Y, sin pensárselo dos veces, ha saltado de mi bufanda al retrovisor y me ha gritado:
–¡Dale caña, Torete!
Nos hemos puesto en marcha de nuevo, al principio la iba controlando a ver si iba bien, pero luego ya me he concentrado en la conducción. La he llevado a pasear por Montjuic y bajando del Estadi Olímpic, feliz ella y feliz yo, mascando con fuerza mi chiclé he notado un cric-crac y un sabor ácido en este. En seguida he mirado el retrovisor en busca de la Mosca Estremecida y no estaba. He frenado mientras escupía el chicle con un asco tremendo. En estas ocasiones mi mente se acelera y pensamientos irónicos me invaden; ¡pobre Mosca Extremauncida!.
Escupo un par de veces mientras retrocedo varios pasos en busca del chiclé que a modo de mortaja contenía a mi compañera. Observando detenidamente la calzada, me he sacado el casco para intentar reducir mi incomodidad. En una de las ranuras de respiración del mismo, con el mayor rictus de pánico que puede tener una mosca, se hallaba mi amiga aguantándose con las patas en los bordes de la hendedura como si fuera ella misma una telaraña. Con un hilillo de voz me ha dicho:
–Tengo una mala noticia, no volveré a ser tu copiloto cuando vayas en moto.
20 comentarios:
Qué le quiten lo bailaó!
Un saludo.
Dintel, eres una mosquicida, que horror!
Di que sí, a mi me parece estupendo!
Plas, plas, plas...
Aplausos en plan estadio!!! oe oe oe oe!!!
R.I.P.
Gurb
La mar de salao, me ha encantado, de hecho toy pensando subírmelo, te importa?. Es buenísimo!
Aisssss, que valiente valentín.
Pero y lo bien que se lo ha pasado¿¡? eso no se lo quita nadie.
¿Crisis, qué crisis?
Los ricos también lloran
¡¡genial¡¡ Cortazar se pondría a tus pies, delirante, surrealista, ingenioso.. un abrazo
La próxima vez, llévala dentro del casco...
:)
qué susto! Durante un momento he pensado que te la habías zampado!
Estaba segura que no te la habías comido porque sabes? no saben ácidas, je je, saben dulces, te lo digo por experiencia je jje!!
Muaks
Encarna
que sería lo ácido crujiente?
Bueno, bueno, si es que me encantan los relatos de la mosca estre...extremauncida...estremecida!!!
Estremecida.
¡Ay, maemía, que diría Cañizares, qué susto mas tremendo me has dado!
menos mal que hubi "final feliz".
Que "hubo", quría decir, porque UVI ye sin hache (jodío telao).
que genial me encanta, me imagino a la mosca , que rebuena eres
Que alegría!... oir el hilillo de voz de la mosca.
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