Sentada en la mesa de enfrente de la mía, en el bar al que acostumbro a ir a escribir, una viejecita mira continuamente hacia la puerta. Lleva falda negra y zapatos negros, sin medias, la punta de este, recortada, pues hace tiempo que un dedo se montó sobre otro y se los adapta ella misma para que no le hagan daño. Una blusa gris perla, transparente, con flores de raso y volantes por todos lados, deja ver una combinación de rasillo gris que me sugiere que en su juventud debió ser coqueta. Se la ve arreglada. Se ha crepado el pelo antes de salir de casa, como si pensara que así se veía menos la pobreza y la escasez de este. Sonrío al descubrir que por detrás lo lleva chafado, de estar estirada toda la noche, seguramente, sus brazos ya no tienen la flexibilidad para llegar a esa zona. Con la mano derecha se aguanta el antebrazo izquierdo, del que cuelga una bolsa negra que por la tensión parece contener algo pesado. Lleva cruzado un pequeño bolso de cuero que descansa en su regazo, un regazo que por su extremada delgadez me sugiere que nunca ha cobijado a ningún niño. Me conmuevo al pensar en su soledad.
No pierde detalle de toda persona que entra, la sigue con sus despiertos ojos, sin mover la cabeza, que permanece erguida, tal como le enseñaron en el colegio de señoritas cuando era niña. Su semblante, totalmente serio, parece inalterable, no puedo saber lo que opina ni lo que piensa, solo puedo ver el recorrido que hacen sus ojos y donde se detienen más de la cuenta, por algún inexplicable interés. La edad y el tiempo se han encargado de que las mejillas se le hayan venido abajo y eso le confiere una sensación de tristeza que se descubre totalmente falsa si se le mira a los ojos.
Sobre la mesa, una pequeña taza de café que se ha cansado de humear tras el primer sorbo que seguro ha encontrado demasiado caliente. En el borde de esta se distingue en color marrón resto del pintalabios que con mano trémula, imagino, ha cubierto sus labios esta mañana, antes de salir de casa. Al lado de la taza, un bolsito de redecilla metálica, que contiene monedas y algún que otro arrugado billete de cinco euros. Un paraguas merypoppiano descansa sobre la columna cercana a su mesita; hoy el día amenaza lluvia y desde el reuma, quiero creer, se ha tomado muy en serio esas amenazas.
El peso de la bolsa que lleva colgada en el brazo y la lasitud que el continuo peso hace aparecer han ido desplazando el miembro a favor de la gravedad hasta incomodarle la postura. Se lo recoloca de nuevo y ase el brazo con su mano derecha con mucha más fuerza. La bolsa golpea sin querer la pata de madera de la silla y a pesar que la ropa de aquella amortigua el ruido se intuye que contiene algo duro y metálico.
No puedo apartar mi mirada de ella, voy disimulando como si estuviera pensando qué escribir. Cómo me atrae su austera elegancia y su imperturbable presencia y la intriga de qué contiene esa bolsa.
Al final, se toma el café de golpe en dos sorbos sin separar la taza de los labios entre uno y otro. La deposita con decisión sobre el platillo que contiene la cucharita y el sobre de azúcar intacto. Coge el monederito metálico y el paraguas. Se levanta y se dirige a la barra a para abonar su café. ¡Una viejecita que en vez de cortado toma café!, me tiene totalmente embelesada.
Cuando se va, llamo a la camarera y le pregunto por ella.
—Viene cada día; antes, con su marido, pero murió hace unos meses. Ahora dice que sale a pasear con él y que vienen aquí a tomarse un café. Creo que no está muy bien, la pérdida de su marido la ha trastocado un poco. Siempre se sienta en la misma mesa. Pide su café, se está un ratito y se va.
La camarera ha recoge mi mesa mientras habla conmigo. Cuando se retira, me tiro para atrás apoyándome en el respaldo de la silla y subiendo las manos hasta la cabeza echando para atrás los hombros, resoplo para sacar todo el aire de mis pulmones. He descubierto qué contiene la bolsa negra. Me quedo absolutamente prendada de mi viejecita.
R4
10 comentarios:
¿El marido?
Anda ya, tu viejecita es mexicana, lo menos... mira que sacar de paseo al marido... muy bueno Dintel ;)
Claro, qué mejor forma de pasear juntos...
R=9
Que la bolsa fuese negra ya constituía un pequeño indicio.
Me ha gustado mucho, Dintel.
¡A por el R5!
:)
Dintel, cuando te leo así, es cuando quisiera ser rica y poder ser tu mecenas.
Un beso
MI HISTORIA, ;)
Pena Mexicana, aquí también tenemos viejecitas de este tipo.
LaRepo, exacto.
Irreverens, elemental.
Blau, pues trabaja para ello y sé mi mecenas....
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