No quiero andar a medias con las medidas, esas que en su evolución engrandecen y que marcan el camino a seguir.
Pues aunque existe la leyenda popular que cuenta que antes, en mi juventud, poseía el don de la proporción en mis partes corporales, ahora, con una simple visión de cada uno de ustedes basta para que lo que en su momento no fue leyenda se quede como tal.
Bajo el sabio consejo materno que percatose al instante del movimiento uniformemente pendular de ambas, fui advertida e instruida en la necesaria compra de un artilugio sujetor desatando esto mi tozudez más por un hecho de inercia que de convencimiento pues hacía tiempo que me molestaba el peculiar botamiento de lo que es conocido por pecho o busto .
Cuando dejé atrás la niñez y llegó el momento de sujetar, descubrí que faltaban cinco (85-60-90) para pertenecer a la famosa tríada numérica. Pero al cantar los cuarenta, poca vela pude apagar pues mis pechos eran ya dos tetas que, cual parapetos, impidieron llegar el soplido a la llama, creando así el drama, de todo un año de mala suerte.
Ahora, está claro, que, como si de chambelanes se trataran, asoman por una esquina anunciando que en breves minutos llegaré. Al menos, esa utilidad tienen.
He pasado a sujetar desde las centenas, con aros como costillas de ballena y cuatro cierres, reforzando, detrás. Mis sujetadores, antes sensuales, ahora son dos cazuelas que en cava, negro, visón o blanco me tengo que calzar, y, dentro, tengo que recolocar semejantes trozos de ternera.
Hace un par de años las intenté pesar, no quieran saber ustedes el problema, pues se encajó la bandeja de mi, desde entonces, asustada báscula de cocina, agarrando bien la izquierda y no se quería soltar. Cuatro quilos cincuenta, gritó la saeta, mientras me indicaba dónde podía comprar un kilopondímetro, aparato más apropiado para tal enorme despuntar.
Y no quieran que les hable de las mamografías, donde el problema no es cazarlas, si no recogerlas, pues una vez puestas en el aparato, cuelgan por el otro lado y, entre el médico y yo, nos faltan manos para evitar que la soteta haga ventosa en la pequeña repisa de radiografiar. Este año, dicho doctor, al gritro de “atrás fieras”, haciendo sonar un látigo por encima de su cabeza ha conseguido asustarlas y que volvieran a su colgante jaula.
Con esto quiero dar fe de que con el paso del tiempo maduramos, crecemos y nos transformamos sino en todos los aspectos al menos en uno.
10 comentarios:
Dintel, vaya tela...digo, la de tus sujetadores! :o)
Un besito
¡¡JOJOJOJOJOO!!
:D
Eso es buen humor y lo demás, tetas. Digo, tonterías.
:P
Yo voy por la talla 90 C y eso que soy bien pequeñita...
Jajajajajaj, ¡Cuanta teta de buena mañana y eso siempre se agradece!
Un besito wapa y sujeta esas dos fieras corrupias.
Creoq eu me estoy haciendo mayor. A mi se me han bajado al ombligo y parece que tengo uan tripa cervecera, jejeje.
hasta el infinito y más allá
Ja ja ja.
Estoy con Masakoy. De tetillas no puedo hablar porque voy escasa y de lo que no hay no se multiplica.
ja ja ja, eres única guapa!
Besicos
Encarna
ja.ja.ja muy bueno ese humor quevedesco e hiperrealista me encanta Dintel... que sepas que estando en el grupo de muchas tetas no me las quito por nada.. que las pocas quieren muchas y las muchas atraen muchas miradas.. doy fe...
Hola Dintel,
Muy original y ocurrente.
Joder que bueno!!!!!!!!!! XDDDDDD
Buenísimo!! jaja...
Siempre he sido de la opinión de que más vale que sobre que no que falte...jeje...
(me ha hecho gracia el estilo).
;)
Publicar un comentario