Me encanta iniciar una actividad absorbente que me eleva del suelo y hasta que no la acabo, no soy consciente del tiempo que me ha ocupado, ni de cómo me siento (si tengo sed o hambre, si estoy en una postura incómoda, si tengo alguna necesidad vital). Solo sé que mi mente se pone en dirección a la actividad y que arda Troya a mi alrededor, que ni me voy a enterar.
La escritura, a veces, se vuelve así. Cuando esto ocurre y acabo de teclear como una posesa, siempre me acuerdo de Cervantes, en el momento en que el Quijote se le escapaba de la pluma y campaba a sus anchas por el papel.
A mí me ha pasado alguna vez con la escritura y la sensación es bastante… ¿orgásmica? Supongo que anda cerca del “Eureka” de Arquímedes y la segregación de dopamina. Y es que creo que soy adicta a esa hormona. Necesito sentir ese baño cerebral de placer que produce la absorción de mi atención.
Hay temporadas que la alcanzo con bastante facilidad y otras, que a pesar de buscarla como una loca, no la logro encontrar. Ahora estoy en este último momento del que acabo de hablar. No encuentro esta sensación en nada de lo que estoy haciendo.
Pero no desisto ni desespero en su búsqueda. Sé que no es fácil llegar a ese punto y aunque cueste tiempo y dedicación para encontrarlo, sé que vale la pena. Por eso me hallo como una cazafantasmas buscando a un espectro. Sé que si no abandono, en cualquier instante entro en este estado. Así, que voy a por ello.
1 comentario:
Eso es entrar en flow!!!
Seguro que lo encuentras bien pronto, aunque no sea en la escritura
Publicar un comentario