Como más me hallo en soledad, más atrapada por ella estoy. Me paso los días suspirando un cambio en mi vida porque ya ni siquiera salgo para hacer nada; escritura, lectura y dejarme engullir por el sofá. Estoy en casa, con una rutina que me he creado para no ser consciente de que no pasa el tiempo, sin embargo, los días se suceden sin aprovechamiento alguno y sin nadie a mi alrededor.
Y cuando aparece alguien para sacarme de dicha soledad, me siento sin ganas de salir, porque tengo miedo a separarme de mi nueva realidad.
¿Llevo ya veintiún días y la soledad ya se me ha vuelto un hábito? Debo luchar contra mí misma para no convertirme en un vieja pelleja solitaria e insufrible. Porque la soledad, va cambiando el carácter, lo agria, lo aja y luego no puedes volver a ser la persona que eras, porque tu ser ha sido absorbido por el silencio, el propio abandono y sobretodo por el sofá.
Y aunque parezca que estás de acuerdo con lo que está pasando, porque no luchas y te dejas sucumbir, en realidad lo que estas haciendo es dejarte arrastrar por una corriente de desidia porque te has vuelto frágil y no tienes ganas de romperte. No. Ahora, no, no cabe una recomposición, no hay fuerzas para ello.
El sofá se ha convertido en tu jergón. Tiene tu forma y tus pensamientos. Has perdido aquella actitud visceral que te caracterizaba. Ahora vives una soledad específica. Entre tus dedos se escapa la belleza de los instantes. No hay momentos, el tiempo se ha convertido en una masa informe a la que soy afín. Principio y final son lo mismo. Y así va derivando lo que un día fuiste y hoy no eres.
Brota una verdad superior y te preguntas: ¿cuándo te perdiste?
1 comentario:
El primer paso ya lo tienes dado, que es reconocer la situación. Ahoa, y más difícil, debes dar el siguiente paso, si realmente quieres sali de ese boquete. y sé que tú puedes.
Un beso.
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