No sé qué me pasa, vuelvo a no poder conciliar el sueño. Ya no sé qué inventar para dormirme pronto y para no despertarme tras tres o cuatro horas de sueño. Llevo ya tres meses así. Hace una semana, parecía que había conseguido normalizar mi sueño, pero ayer descubrí que no era así.
No hay nada que me preocupe, ni tengo nervios por ningún asunto. Sencillamente, me acuesto y tengo los ojos bien abiertos y la mente activa. Hago respiraciones lentas para ver si me invade el sopor y apaciguo mi mente. Me pongo podcast a ver si con la voz bajita, a modo de mantra, concilio el sueño, pero na de na. Leo una hora cuando me estiro para que los ojos entren en estado de somnolencia, pero nada de nada.
Al final, ayer, me rendí ante el insomnio y me dije: “ya caeré en brazos de Morpheo cuando no pueda más”. Así que dejé volar mi imaginación. Me transportó a mi adolescencia. Desde los 80 hasta los 91. Me acordé que tenía unas libretas con muchos poemas escritos, que se habían salvado de la quema cuando decidí destruir aquellos diarios de adolescencia, porque quería que se quedara, aquella época convulsa de emociones, solo para mí.
Me levanté, me fui al despacho y tras abrir un montón de cajas llenas de libretas, los encontré. Cogí la primera libreta de poemas que había escrito y me fui a la cama a leerlo. Hacía muchos años que nos les prestaba atención.
Sus hojas amarilleaban e incluso marroneaban y con una letrita minúscula hecha con una pluma y tinta negra se podían ver unos escritos sin rima, ni ritmo, ni métrica alguna que ocupaban el centro de la hoja empezando en la mitad de la línea y sin llegar al final a los que llamaba poemas.
Me sorprendió descubrir como mis sentimientos de entonces estaban a flor de piel, crispados y vívidos. Y los temas… los temas que trataba no han evolucionado demasiado y los sigo tratando ahora aunque supongo y espero que desde un punto de vista más maduro. En los años 80 tenía yo 17 años. Venía de una educación en la que se hablaba poco de sentimientos y, nada, de educación emocional. Descubrir el espectro de mis sensaciones y emociones fue toda una aventura.
Y aquí estoy, con tres libretas amarillentas y ajadas (alguna hoja está medio desprendida) llenas de lo que fue el inicio de la adolescencia entre los 17 hasta los 28 años. Cabe decir que en aquella época de desinformación general, la adolescencia empezaba más o menos sobre los 15 años y según lo que tardabas en madurar, se podía extender hasta casi los 30.
Cuando paré de leer a ver si ya podía conciliar el sueño, con la luz apagada se me ocurrió que podía intentar, de cada poema sacar un escrito. Extraer las sensaciones y las metáforas y convertirlo en un texto. Me motivé en seguida y aquí estoy, hablando del experimento.
No sé si lo conseguiré, si resultará aburrido o no, si va a ser posible o será una repetición de los mismos sentimientos, pero lo voy a intentar. Me apetece. Nunca he reestructurado algo que he escrito para poder aprovecharlo ahora que tengo algo más de facilidad en la escritura; ¡a fuerza de practicar, ya se sabe! Me parece un buen reto y si funciona, mis penosos poemas habrán servido para algo más que para, en aquella época, llegar a conocerme.
1 comentario:
Una iniciativa interessant , psicoanalitzar la teva pròpia adolescència...segur que en treus alguna cosa positiva, ho espero !.
Ànims i a veure si millores i desapareix aquest insomni, que ja sembla un nou "dimoniet" molt ben apoltronat ; )
Una abraçada !.
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