3/8/25

Todo está escrito

Debiera estar durmiendo, que es lo que me apetece hacer ahora. Pero, no. Mi consciencia me activa la responsabilidad: “Si te acabas de levantar, no toca estirarse en el sofá a hacer, ¿cómo la llaman?, la siesta del carnero”.

Y aquí estoy, obediente para no decepcionar a mi consciencia, o sea, a mí; mientras, saco fuerzas de mí misma e intento encontrar un tema de interés para poder, al menos, escribir un rato. 

La contención de lo que me apetece hacer, contra realizar lo que debiera, es tal que se convierte en lucha. Pero sé, que en algún instante de esta batalla, la ganaré yo. ¡Qué ironía!, si yo soy la luchadora de ambos bandos.

Y aquí estoy, con el corazón en los pies porque ha ganado la razón (creo que yo estaba a favor de la pereza), con un teclado en las manos y bostezando a mandíbula abierta mientras los ojos se me llenan de sueño y lágrimas. Pero sé perder y más contra mi misma. Llevo años moviéndome en estas lides. Apenas noto esa punzada de desasosiego que aparece después de este enfrentamiento; ahora se trata de irlo venciendo. Y aunque mis palabras parezcan nimbadas de un halo de fracaso, no debe preocupar, porque no es más que la modorra de un domingo por la mañana que, como buena ocupa, no quiere desalojar mi ser o mi no ser.

¿Ser o no ser…? ¿Le pasaría lo mismo que a mí a Hamlet?


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