He cogido un resfriado de primavera. Es de aquellos en los que se te obturan las fosas nasales con la inflamación de la mucosa y no puedes respirar. La congestión es tal que cada vez que trago me cambia la presión de los oídos tapándoseme uno de estos. Cada vez que me ocurre, empiezo una curiosa danza con movimiento brusco de cabeza y dedo en oreja para intentar destapármelo. En estas me hallaba cuando en la oscuridad del comedor veo dos brillos sobre el cabezal del sofá. Eran las cuatro de la mañana.
−¿Qué haces despierta a estas horas? −me pregunta con voz somnolienta.
La poca luz que entraba desde la calle se había reflejado en los oscuros ojos de la Mosca Estremecida haciéndolos brillar como si de dos zafiros se tratase.
−No me encuentro nada bien y no puedo dormir. Estoy totalmente tapada,no puedo respirar. Se me seca la boca y la garganta. Estoy fatal.
−Eso de que los humanos os resfriéis es muy gracioso. Nosotras transmitimos enfermedades a los humanos, cierto, pero no padecemos ninguna, la naturaleza es sabia.
−¿Cuántas moscas han muerto por aplastamiento? ¿Eh? Con lo pesadas que sois…
−Sí, ese es el tsunami de las moscas, los matamoscas. Eso sí, bastante os cuesta matarnos a la primera, cobardes, y siempre debéis recurrir a las bombas de destrucción masiva, los insecticidas. Ya os vale. Cobardes, más que cobardes.
−No estoy para discutir. Me duele la cabeza y tengo sueño. De todas maneras, si no fuerais tan pesadas y pegajosas no pasaría nada. Vosotras a la caca y dejadnos en paz. Además, debes reconocer que desde que te conozco no uso insecticidas ni nada por el estilo.
−Cierto. Pero deberías ser más camarada y hacer campaña entre el resto de los humanos. La solidaridad es algo con lo que se nace.
−Sí, claro, acabaría en el loquero como apareciera con una pancarta de “parad la masacre mosquil” y gritando “no a los insecticidas”.
−Nosotras las moscas somos más solidarias con lo nuestro. Vamos todas a una.
−No hace falta que lo jures que vais todas a una… caca.
−¿Ahora, a qué viene hablar de comida? Cuando te pones así no te soporto.
Y dicho esto se retiró a la cocina. De camino al lavabo vi que estaba comiendo. Chupaba del cubo de la basura un poco de pulpa de fresón que se había quedado en el rabito de este. Qué golosa es.
−Cierra la puerta de la cocina cuando salgas, no quiero corrientes de aire.
Ya en el lavabo, abrí el armario dónde guardo las medicinas. No sabía bien, bien que tomarme. Sé que nada funciona cuando estoy en este estado de congestión. Vi el bote de Vicks VapoRub y pensé que no me iría mal unas friegas en el pecho. Así lo hice.
Cuando me dirigí para la habitación, ella seguía en la cocina.
−Buenas noches, voy a intentar dormir un rato. Por favor, no me despiertes, que lo que tengo se cura descansando y durmiendo.
−No te preocupes. No te despertaré. Ya te he dicho que las moscas somos solidarias.
Cuando me arropé en la cama empecé a sentir ese calor que provoca el Vicks VapoRub. Apenas olía el mentol que desprende, pero noté cierta mejoría pues los vahos que exhalaba el producto me iban descongestionando y poco a poco fui quedándome dormida.
A la mañana siguiente, no desperté mucho mejor de lo que estaba, pero al menos había dormido algo. Peor me encontraría si hubiera sido una noche de insomnio. Me dirigí al lavabo para lavarme la cara, es lo primero que hago cada vez que me levanto. Cuando abría el grifo, mientras me miraba en el espejo, descubrí que me tocaba depilación de bigote. Pues tenía una especie de acúmulo peludo debajo de la nariz. Cerré el grifo, me sequé las manos y me puse las gafas de nuevo. Ahora, veía bien el impostor mostacho que me había crecido en esa noche; era la Mosca Estremecida que estaba durmiendo sobre mi labio superior.
−¡Mosca! Despierta, ¿qué narices haces debajo de mi nariz?
Pero la mosca seguía durmiendo. No la quería despertar de un manotazo por si le hacía daño y mucho menos sacarla con mis dedos, la podía aplastar si no controlaba la fuerza. Mirándola fijamente por el espejo, descubrí que la forma en que tenía las patas dobladas no era la normal. Acostumbraban las moscas a dormir de pie y estaba, ahora, de costado con las patas hechas un lío.
−Coño con la bicha, ha venido a morirse en mi bigote.
−No estoy muerta, creo −me contestó−. Solamente llevo un colocón de mil pares de probóscides. Y me he quedado pegada a ti. Ahora somos siamesas.
−¿Un colocón? ¿Dónde has pillado un colocón? ¿Pegada a mí? Quita, quita, siamesas.
Un asco repentino me invadió sólo de pensarlo. Me fui hacia el despacho y cogí un trozo de cartulina. Volví delante del espejo y con mucho cuidad, usándola de rasqueta, conseguí sacarme la Mosca Estremecida. Fui a la cocina a buscar un platito de café. Le puse agua y obligué a la mosca a darse un baño. Después, la llevé al comedor y la senté encima de la mesa. Fui a la cocina, con un cuchillo, pelé un poco de naranja y se di para que comiera.
Poco a poco se fue recuperando. A la vez que yo me recuperaba del susto morrocotudo de tener una mosca pegada en mi piel.
−¿Cómo has podido acabar en este estado? ¿Qué estuviste tomando? No me digas que el fresón fermentado se convierte en un alcohol tan potente, porque sólo llevaba en la basura desde la hora de la cena. No lo entiendo. ¿Te has bebido mi ron?
−Lo que recuerdo es que que después de comer un rato me vine a dormir sobre tu mesita de noche, como siempre. La habitación olía muy raro. Un olor muy fuerte. Demasiado fuerte para mi sensibilidad olfativa. Quise saber de donde venía y a medida que me acercaba a ti, olía más. Nunca habías olido así. Un olor, como muy penetrante y mareante. Y fresco, muy fresco. Me posé sobre tu mejilla para intentar encontrar el foco y en cuanto quise pasar a la otra mejilla por encima del labio, me empecé a quedar pegada sobre él. Era como una materia viscosa y pringosa que no me permitía avanzar. A medida que me iba moviendo me iba pringando toda. Veía muy raro. Mis ocelos empezaron a ver distorsionada la realidad, y luchar no conducía a nada. Cada vez me importaba menos todo. La voluntad sucumbía ante esa fuerza invisible que me tenía atrapada, hasta que perdí el conocimiento. El olor penetrante había invadido todo mi interior. Fue como si los dioses de las moscas hubieran querido acabar conmigo. Eso me pasa por ser agnóstica, atea y comunista. ¡Oh, dioses del Moscal admitid mi arrepentimiento, mi incredulidad ha sido aplacada!
−Déjate de tonterías −mientra ella había explicado su aventura, yo había ido entendiendo lo que había pasado−. Ya sé lo que pasó.
−Son las fuerzas del mal que me han poseído y querían pasarme al lado oscuro.
−No, no es nada de todo eso.
−¿Tú que sabes? No tuviste que luchar con todas tus fuerzas contra esa red invisible y tentaculada que me impedía avanzar. Es la voluntad de los…
−Que no es nada de eso, te digo. Que sintiéndolo mucho, nada tiene que ver con tus dioses. Resulta que al ponerme el Vicks VapoRub en el pecho, el poco que me quedaba en la mano lo puse debajo de la nariz para que su olor penetrara directamente y me la despejara antes. No ha sido nada más que eso.
La mosca me mira con cara desencajada.
−¿No ha sido nada más que eso? ¿No ha sido nada más que eso?
−Sí, en el fondo no ha pasado nada. Sólo ha sido un susto.
− ¿Un susto? ¿Nada más que un susto? ¿Y tú te llamas amiga? Me has dejado renegar sobre mis creencias. ¡Oprimidos al poder! −me gritó toda enfadada mientras explotaba yo en una carcajada−. “Arriba moscas de la Tierra. En pie famélica legión. Atruena la razón en marcha, es el fin de la opresión.”
Y se puso a cantar a grito pelado, paseándose por toda la mesa del comedor, pata y puño en algo y con semblante serio. Mientras en el sofá, yo me partía de risa sin poderlo evitar. Había sido un gran susto, pero por suerte, sólo eso, un susto. Ahora, todo había vuelto a la normalidad (si es que a esto se le puede llamar normalidad).
15 comentarios:
Lo de tu mosca es realmente impresionante, ¡jajajajaja!
;D
Por cierto, comparto contigo (sin ser el mismo, claro) un resfriado de tres pares de narices... y encima con una carga de trabajo que ni te cuento.
A mejorarse, guapa.
:)
Irre
Jajaja, oye, tu mosca me cae bien, aunque es más refunfuñona que la mía. Bueno, la mía no habla, para ser sincera.
Me ha encantado, los cuentos de moscas me resultan fascinantes, no sé por qué.
Me lo paso pipa leyendo tus diálogos con la mosca, sois geniales!!! jajajajajjaajja
jajajaja la mosca es encantadora. Un saludo!
jajajaja...
ajajaaaa ¡me ha encantado! y qué susto! por un momento creí que la habías matado...
hahaha probablemente, algo parecido a tu explicación se podría aplicar a la mayoría de las experiencias místicas humanas..
besos,
¡Una mosca pegada en el bigote! ¡Qué asco! Cuando me dé el potingue milagroso me taparé hasta la cabeza...
Esa mosca amiga tuya además de solidaria, es una compañía de lo más entretenida.
Espero que te mejores prontito.
como las moscas se junten y vengan contra nosotros estamos listos, tu no la cabrees!!!
Y a lidiar como se pueda con esos mocos...
Pues las que hay en mi casa son mucho más cojoneras, mucho menos solidarias y no suelo conversar con ellas. Pero ya veo que a ti te gustan los retos jaja...
Yo también me lo paso pipa leyendo las aventuras de la mosca. ¡Me encanta! Ya sabes que cuando te vayas de vacaciones te la puedo cuidar esos días.
Anda que no extrañaba yo a la mosca estremecida...
Yo estoy igual, tengo un resfriado mortal!! Tengo fiebre, no duerme, paso del sudor al frio en un minuto...
mas, mas, massss!! jijijij! Adoro a la mosca estremecida!!
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