Después de un largo letargo en el que tengo la sensación de
no haber avanzado y haber estado perdiendo el tiempo, mi vida se ha acelerado
de golpe. También mi corazón, que ya era hora que latiera con ilusión. Pensaba que
sucumbiría ante la bravata de mi ex, pero veo que más tarde que temprano mi
vida toma de nuevo las riendas y vive.
Cuando la conocí (a la persona que ocupa mi mente y empieza
a rellenar mi corazón) me pareció enseguida simpática (bueno, me lo hubiera
parecido cualquier chica que no huyera de mi lado) Corroboro: es muy simpática.
Tenía miedo de caer en una estúpida gazmoñería proveniente de esos últimos años
de autocompasión. Se podría aducir de hasta qué punto había llegado a tirar la
toalla. Y a pesar de que estaba absolutamente poseída por la delicuescencia,
supo ver mi interior y empezar a enamorarse de él y no de la patética visión
que estaba dando. Suerte que quien ha tenido un poder siempre le queda una
parte residual.
“Me he empezado a dar cuenta que el tiempo no actúa como un
fijador, sino más bien como un disolvente” (esta frase no es mía, la leí hace
mucho tiempo en algún lugar y creo que hoy es el momento apropiado de
utilizarla).
Me dijo, “tú solo ves lo que ha desaparecido, yo solo veo lo
que permanece”. Gracias a ella he descubierto, también, que este gran
paréntesis en mi vida era evanescente.
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